miércoles, 11 de septiembre de 2013

Platón, 3ª parte. Líneas generales de su pensamiento, I: teoría de las ideas

PLATÓN

LÍNEAS GENERALES DE SU PENSAMIENTO






TEORÍA DE LAS IDEAS
  

Todos los aspectos filosóficos tratados por Platón giran, de un modo u otro, en torno a esta teoría, que abarca tanto qué es la realidad (ontología) como de qué modo la conocemos (gnoseología o problema del conocimiento), la naturaleza del ser humano (antropología) y, en consecuencia, el modo en que debe vivir y comportarse (ética y política) y su destino (escatología).

El origen de su inspiración es controvertido: algunos piensan que se origina en la polémica ética con los sofistas, iniciada por Sócrates, y basada en la necesidad de demostrar que el bien y la justicia son objetivos, que las cosas realmente están bien o mal, no solo que nos gusten o no. También la teoría de las ideas intenta solucionar el dilema del ser y el cambio o devenir que plantearon las posturas opuestas de Heráclito y Parménides: cómo explicar el problema del cambio o movimiento que percibimos en este mundo a través de los sentidos frente al problema del ser como identidad, perceptible por la razón.

Empecemos con el problema del ser y el conocimiento.
 

Definición de Ideas

     Para Platón, las ideas son realidades eternas, inmutables, absolutas y universales, independientes del mundo físico, que constituyen la auténtica realidad. Se presentan como la esencia de las cosas, lo que hacen que sea lo que son; el concepto o idea de árbol es lo que hace que un árbol concreto sea un árbol, por ejemplo, y no otra cosa. Es, por tanto, su forma, no su materia, lo que lo define. La materia cambia, fluye. El árbol da frutos que se comen o se caen a la tierra; la madera puede convertirse en una mesa o una estantería... Un árbol es árbol porque responde a ese concepto, porque tiene esa forma y funciones. Lo que da esencia o definición a las cosas, es pues, su forma o idea, el concepto que las define. La materia en sí, toda ella, no es más que una unidad fluyente (chorá).

Se identifican con el significado de las palabras generales, que constituyen esencias, las cuales se captan con el intelecto y se pueden expresar a través de la definición. Un concepto equivale a una idea universal. No tiene espacio ni tiempo, es eterno (por ejemplo, la definición de "mamut" sigue siendo la misma aunque no existan mamuts; en cambio los entes particulares -los mamuts reales- ya no existen). 

Esto lo aplica a todas las ideas o conceptos, incluyendo los más abstractos. Así, nos habla no solo de idea de árbol, perro, etc., sino también de la idea de justicia en sí, belleza en sí, hombre en sí… frente a las cosas justas, bellas, los hombres concretos… "Idea" aquí significa el ideal objetivo; nosotros lo vemos reflejado en entes concretos, materiales, o no. Pero las cosas son realmente justas o bellas. Pueden parecerlo y no serlo, pero eso entonces es un problema de que nosotros no lo captamos bien, nos equivocamos. Si conociésemos la belleza, la justicia o la verdad en sí, distinguiríamos qué cosas o acciones son realmente bellas o justas.

Las ideas se relacionan entre sí en forma de participación, por oposición, inclusión, exclusión... (la idea de "gorrión" participa de la idea de "pájaro", ésta se opone a la de "pez"...). Así, constituyen un mundo ordenado y jerarquizado, en cuya cúspide se encuentra la idea de “bien”. Hacer ciencia (episteme) es conocer las ideas y sus relaciones. En cuanto que estos conceptos están presentes en nuestro intelecto, constituyen lo que se va a denominar el “mundo inteligible”, dado que sólo es accesible a través de la razón.

IDEA DE BIEN

Hemos visto que las ideas están también jerarquizadas, participan unas de otras, y lo que les da a todas su unidad y culminación es la idea de bien.
Para los griegos, lo “bueno” (ton agathón) expresa la calidad de algo y hace referencia a la intensidad de su ser. 
Partamos de que la idea de pájaro participa de la idea de ovíparo. Ésta a su vez de la de “animal”, y ésta de la de “ser vivo”. Así, podemos ascender hasta la idea de “ser”. Ahora bien, se puede ser más o menos, mejor o peor. Pensemos en lo que significa ser "prototípico". Un prototipo de caballo será el caballo más perfecto, el que más se asemeje a la definición de caballo. Ese será el "buen caballo". Si pensamos en objetos lo entendemos mejor. Todos sabemos qué es un coche. A partir de lo que es, podemos pensar qué es un buen coche: aquel que responde mejor a aquello que lo define: ser capaz de desplazarlos con la mayor rapidez, seguridad y comodidad. Por eso para Platón, la idea cumbre que da esencia y sentido a todas las ideas es la idea de bien.

Entonces, el bien da unidad a todas las ideas (es la cumbre del mundo inteligible), igual que cada idea da unidad a los seres que define (la idea de caballo es la unidad de la multiplicidad de caballos existentes). Es la causa última de todo lo que existe y de que podamos conocerlo. Lo equipara con el Sol en el mundo sensible (el que nos permite ver con los sentidos). Por un lado, podríamos decir que se sitúa más allá del ser. Por otro, que es el ser más real, el que más es [3]. Así, aparece como idea suprema (bien en sí) y como bien de cada cosa (lo que hace que cosa sea lo que es); por ejemplo, si pensamos qué es un coche (valga el ejemplo actual), lo definiremos como vehículo de ciertas características que sirve para transportarnos... Pero si nos preguntamos qué es un "buen coche" pensaremos en eso mismo que lo define pero en grado perfecto: el que mejor nos transporta.
En su aspecto ético, si el bien es la meta o culminación de cada ser, el mal se entiende como alejamiento del bien, y por tanto negación del ser (aspecto éste que culminará en el Neoplatonismo). Los sentidos nos hablan de un mundo cambiante; nuestros apetitos son similares, varían y nos hacen variar de opinión sobre lo bueno y lo malo según me interese a mí o a otros en cada momento. No son consistentes. Por tanto la idea de bien también influye en su intelectualismo moral: el malvado es un ignorante que se aferra a sus sentidos y apetitos sensibles; el bien se conoce a través de la razón, prescindiendo de esa influencia de lo sensual y los intereses. Por eso, quien conoce el bien, inevitablemente lo practica.


Cómo conocemos 

Si solo tuviéramos los sentidos, no captaríamos lo que son las cosas, solo su apariencia. Los sentidos son el conocimiento del cuerpo (los ojos, los tímpanos...), y captan los material que, como hemos visto, cambia constantemente (la luz cambia a lo largo del día, los paisajes según las perspectivas; los seres vivos crecen y mueren...). Pero en las cosas captamos también su forma, su esencia, lo que hace que las podamos reconocer como un árbol, un animal... Esto se explica porque esa materia participa de las ideas. 

Conocimiento sensible y conocimiento inteligible. Teoría de la reminiscencia

 ¿Cómo reconocemos las ideas en las cosas? ¿Por qué vemos el mundo ordenado como lo vemos? El ser humano tiene un conocimiento innato de las ideas o esencias, pues su alma procede de este mundo; el conocimiento sensible sólo nos ayuda a recordarlas (a esta teoría se la conoce como "teoría de la reminiscencia"). Para defender esto se apoya en que, por ejemplo, las ideas de punto, línea, dimensión, circunferencia o cualquier otro concepto matemático no se dan en la naturaleza, pero son objetivas e iguales para todos (por eso las matemáticas sirven de propedéutica o estudio que inicia al mundo inteligible). Han de ser, pues, según se plantea Platón, innatos. Por ello se dice que constituyen el mundo inteligible [2].

Método de ascenso: la dialéctica
Platón explica la adquisición del conocimiento como un proceso de ascenso al mundo de las ideas, y el método para ello es la dialéctica.


Cosmogonía y cosmología

Platón afirma que las ideas dan “forma” a o "moldean" los distintos seres de este mundo, al ser impresas por el Demiurgo en la materia prima o chorá. Imaginemos una playa donde juega un niño con moldes de hacer figuras. La arena (masa fluyente) sería la chorá; los moldes serían las ideas, y las figuras que quedan formadas en la arena serían los entes concretos, que pueden haber salido mejor o peor, "participar" más o menos, de esos moldes. El niño sería el Demiurgo.


    
Metafísica: esos conceptos ideales son lo único real, verdadero, origen y modelo de lo múltiple. Dado que son eternas se constituyen en el verdadero ser de las cosas; son las formas que se imprimen en la materia prima, de por sí informe.
     La ilustración más conocida de esta teoría es el “mito de la caverna (República, VII). En él se describe a unos hombres encerrados en una caverna (mundo sensible, conocimiento de los sentidos) donde sólo pueden ver las sombras de objetos proyectados por la luz de un fuego (imagen del Sol, que ilumina los objetos del mundo inteligible). Uno de esos hombres (el filósofo) accede al mundo exterior (mundo inteligible, conocimiento intelectual), donde ve las realidades auténticas (las ideas o esencias) gracias a la luz del Sol (aquí representando a la idea de bien, que ilumina y hace ser lo que son a cada una de las ideas). El trasfondo práctico o político queda reflejado en la necesidad que siente el filósofo de volver a la caverna y revelar la verdad a sus compañeros (los cuales se resistirán a aceptarla).
Problemas o críticas que suscita
    El  principal problema es el de la participación (cómo participan los seres de este mundo en el de las ideas y las ideas entre sí); p. e.: ser justo, para Platón, es participar de la idea de justo; ¿pero cómo se produce esta participación?
    Otra de las grandes objeciones que se han puesto a su teoría (y que, junto a la anterior, hará que el mismo Platón la revisite en sus últimos diálogos)  es la cuestión sobre de cuántas cosas hay ideas (aparte de idea de hombre o de fuego, ¿la hay de la suciedad o los pelos?) ¿Son infinitas las ideas?
 
El problema de lo que sea el mundo nos lleva al problema de cómo se origina. Contamos a continuación la cosmogonía de Platón:
El orden proviene de tres principios: 1. Inteligencia ordenadora (demiurgo) 2. Materia eterna (jorá). 3. Modelo de las ideas.
Para explicar el origen del mundo Platón acude al mito o la metáfora del Demiurgo creador. El Demiurgo (el “artífice” o “creador”) configuró el mundo de acuerdo al modelo de lo eterno: imprimió esas formas en la materia fluyente, de modo que dio lugar a los seres tal y como los distinguimos.

Para completar:  curiosidades.
Los cuatro elementos (cada uno representado por un número) están en continua proporción; adquieren su consistencia al estructurarse la materia en forma de sólidos regulares (fuego, tetraedro; tierra, cubo; aire, octaedro; agua, icosaedro). La tierra está armonizada por la proporción que le da el espíritu de la amistad. Dios hizo primero el alma (dos tipos: invariable, indivisible; variable, divisible) y luego el cuerpo. Lleva a cabo una enumeración pitagórica de los planetas, y ofrece una explicación del origen del tiempo como imagen en movimiento de la eternidad. Cielo y tiempo nacieron juntos, simultáneamente.


 
[2] En esta concepción de un mundo inteligible que imprime sus formas en la materia se percibe la influencia pitagórica, aunque éstos reducen las esencias a los números y sus propiedades.
[3] En este aspecto, en cuanto trascendente, será identificado con Dios en el pensamiento cristiano.

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