martes, 18 de enero de 2011

Hume, III: Crítica a las tres sustancias

HUME
CRÍTICA A LAS TRES SUSTANCIAS

     En respuesta a la demostración cartesiana de las tres sustancias (Dios, el alma y el mundo), Hume va a oponer las consecuencias más radicales de su empirismo. La ontología de Hume es, pues, más bien una negación de la ontología. Veamos cada una de ellas.

DIOS
     No es objeto de representación, no tenemos impresión de Él: por tanto, tampoco podemos tener conocimiento de Él ni demostración a partir de Él. Dios es tan sólo objeto de fe.
     En realidad, Hume ni afirma ni niega su existencia; simplemente lo saca del ámbito del conocimiento y la reflexión. El infinito, en cuanto concepto matemático, no es una idea innata (no existen) sino que pertenece al tipo de conocimiento de relación de ideas. Por otro lado, no podemos decir nada sobre Él como causa de los seres del mundo.

MUNDO EXTERIOR
     Descartes y Hume coinciden en que de el mundo exterior sólo tenemos impresiones. Pero para Descartes son ideas que nos parecen corresponder con una realidad exterior (adventicias), y se ve en la necesidad de demostrar la existencia de tal realidad -para lo que recurre a Dios como garante-. Hume, en cambio, se limita a prescindir de la necesidad de demostrar tal concepto: en cuanto sustancia ajena a mis impresiones, queda fuera del conocimiento.
     Su argumento es el siguiente: la idea de un mundo exterior es una inferencia causal; presuponemos que existen objetos en un mundo exterior que causarían en mis sentidos las impresiones. Pero ya hemos visto que las impresiones son el límite de nuestro conocimiento y que el principio de causalidad posee una fundamentación psicológica, no lógica.

EL ALMA O IDEA DE "YO"
     Aquí no hay inferencia causal (recordemos que Descartes no deduce el yo o la conciencia; se conoce por intuición -conocimiento inmediato-; hay una crítica a la intuición de Descartes.
El "yo" no es más que un conjunto de impresiones; estas impresiones no son constantes e invariables, sino que cambian con la experiencia. No podemos concluir que exista un "yo" o sustancia (sub-stantia) como sujeto o soporte (sub-iectum) de las impresiones. Esta presunción es lo que se conoce como "prejuicio sustancialista": tendemos a creer que toda actividad o fenómeno implica una sustancia que lo lleva a cabo. Concebimos el "yo" o alma como una sustancia que sirve de soporte a las impresiones; pero si pensamos en el "yo" e intentamos vaciarlo de todo contenido (recuerdos, sentimientos, opiniones...) no nos queda ninguna otra impresión subyacente. No tenemos impresión de la sustancia "yo".
      Pero entonces, ¿cómo explicamos la conciencia del "yo", el que me perciba a mí mismo como una unidad? La idea que tenemos de la unidad de nuestro propio ser, a lo que llamamos "yo", se explica por la memoria. El hecho de que recuerde unidas una serie de impresiones -recuerdos unidos a sentimientos, opiniones o sensaciones- hace que confundamos sucesión con identidad.
     El yo, para Hume, sería sólo el conjunto de impresiones pasadas y presentes que tengo. Una vez más, las impresiones son el límite de nuestro conocimiento. 


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