UNA NUEVA SOCIEDAD, UNA NUEVA IDEOLOGÍA
DEL PODER VERTICAL AL PODER LATERAL
DEL PODER VERTICAL AL PODER LATERAL
¿Qué relación pueden tener las energías renovables e Internet? ¿Qué relación tiene la crisis con el agotamiento del petróleo? ¿Cómo se relacionan la Primavera árabe con las revueltas en todo el mundo contra los poderes fácticos y la crisis de la Política en el mundo occidental? Éstas y otras preguntas tienen respuesta en este libro, que estudia las transformaciones económicas en función de dos parámetros coordinados: las fuentes de energía y las de comunicación.
En el título hablo de una nueva ideología. ¿Qué nos puede aportar la lectura de este libro sobre cómo avanzar hacia la implantación de energías renovables, entre otras cosas, para enfrentarnos al abuso de poder que estamos sufriendo entre la indignación y la impotencia? Claves para cimentar, desde el estudio de la realidad presente, una nueva ideología desde la que derribar las lacras de las ideologías pasadas, que nos mantienen en un estado de irrealidad, desesperanza y penuria. Claves para iniciar la recuperación de la perspectiva de la realidad y, desde ella, generar la construcción del futuro. Claves para acabar con el poder vertical.
En el título hablo de una nueva ideología. ¿Qué nos puede aportar la lectura de este libro sobre cómo avanzar hacia la implantación de energías renovables, entre otras cosas, para enfrentarnos al abuso de poder que estamos sufriendo entre la indignación y la impotencia? Claves para cimentar, desde el estudio de la realidad presente, una nueva ideología desde la que derribar las lacras de las ideologías pasadas, que nos mantienen en un estado de irrealidad, desesperanza y penuria. Claves para iniciar la recuperación de la perspectiva de la realidad y, desde ella, generar la construcción del futuro. Claves para acabar con el poder vertical.
La política actual está en crisis por diversas razones:
1. Los políticos presentan desde hace tiempo una imagen al pueblo en general como casta aparte, como dueños de un poder alejado de los intereses del pueblo -en contra a menudo, como muestra la generalizada corrupción-, más que como sus representantes. La política, como la economía, necesita sustentarse de confianza, y la ha perdido.
2. La falta de confianza no se dirige solo hacia las personas que ejercen la política, sino hacia las ideologías mismas. Las ideología actual sigue los viejos patrones de contraste derecha-izquierda, acordes con la realidad del siglo XIX más que con la nuestra. Es un patrón que ya sólo emana actitudes pasionales, no genera ningún diálogo racional.
3. Esto causa que las nuevas generaciones se sientan cada vez más desligadas de la política. El idealismo y la rebeldía propias de la juventud están dormidas bajo la manta del hedonismo de un ocio vacío y sin futuro. Pero la causa no puede encontrarse en un mero defecto de las nuevas generaciones -el discurso contra la juventud es un tópico de cada generación cuando envejece y ve en peligro su poder-. La causa está en una falta de ideologías que respondan a su verdadera realidad social y vital.
¿Queremos un futuro, una esperanza, una juventud motivada a la responsabilidad, a la lucha por una sociedad mejor? Hay que reflexionar sobre la creación de una nueva ideología, que pasa por revisar los patrones ya caducos de las que ahora nos rigen. Necesitamos, como dice este autor, un nuevo relato.
1. analizar los factores económicos, culturales y sociales, nuevos y específicos de nuestra sociedad.
2. Analizar la nueva mentalidad y los nuevos valores que se desprenden de esos factores.
3. Sólo a partir de ahí, formular propuestas de mejora, buscando cómo adaptar esa nueva mentalidad hacia valores universales de justicia y bienestar.
Pero, ¿cómo se generan las ideologías? Marx veía en las ideologías, en su definición negativa, formas de ocultar al pueblo la realidad. Podríamos decir que las ideologías tienen como fundamento, cuando se anclan, preservar un orden determinado de cosas. Ahora, bien, en su nacimiento, las ideologías son un producto
cultural que surge en un contexto histórico determinado como intento de dar
respuesta a los problemas de la época. Cuando pierden su contacto con la
realidad se anquilosan, y se convierten en esa imagen falsa de la realidad que paraliza la acción. Cada sociedad debe revisar su propia realidad para
enfocarla a la justicia, la creatividad y la evolución. Ése, creo, es el momento en el que estamos: la realidad se ha transformado demasiado para que los viejos esquemas ideológicos (proletarios y empresarios, izquierdas y derechas, administración pública y privada, el concepto de propiedad privada en sí...) sigan funcionando.
Las ideologías, en su momento de surgimiento fresco y activo, no se limitan a describir, sino que intentan responder a los problemas que la
sociedad les presenta. Dado que la sociedad cambia a lo largo del espacio
geográfico y el tiempo, hay que hacer una reflexión sobre la nuestra. Para generar una nueva ideología constructiva hay que: 1. analizar los factores económicos, culturales y sociales, nuevos y específicos de nuestra sociedad.
2. Analizar la nueva mentalidad y los nuevos valores que se desprenden de esos factores.
3. Sólo a partir de ahí, formular propuestas de mejora, buscando cómo adaptar esa nueva mentalidad hacia valores universales de justicia y bienestar.
Vayamos al primer punto. En esta obra, Jeremy Rifkin ofrece claves para entender la crisis hipotecaria desatada en 2008 y nos ofrece formas de dar sentido a los acontecimientos que están marcando el final del siglo XX y el principio del siglo XXI. Nos explica cómo las dos primeras revoluciones industriales (la del carbón y la del petróleo), basadas en combustibles fósiles, exigían tales cantidades de dinero para la extracción del material energético que solo la asociación de grandes fortunas y la aparición de la Bolsa podía manejar ese sistema económico. La construcción de infraestructuras como el ferrocarril llevaban consigo el mismo sistema económico capitalista y la separación del pensamiento de la acción: si con la primera surgieron los clásicos capitalistas propietarios, con la segunda aparecen los ejecutivos y directivos de grandes empresas. El sistema educativo se ve afectado por esa necesidad de educar en la obediencia y la productividad, así como en la necesidad de no compartir información (surge también la propiedad intelectual y las patentes).
Hoy en día, sin embargo, estamos asistiendo a una verdadera revolución tecnológica que está alterando los cimientos de las viejas infraestructuras y de las viejas mentalidades asociadas a ellas. Los cambios en la comunicación han traídos auténticos cambios en la percepción del espacio y el tiempo,así como del capital (aparece un nuevo concepto: el "capital social" como valor: la cantidad de gente con que compartimos información). El acceso a la información se ha convertido en un valor en sí mismo, con el mismo rango -si no superior- al valor de la propiedad de bienes materiales. La propiedad intelectual misma, fruto de los esquemas económicos e ideológicos surgidos en los siglos XVIII y XIX, está tambaleándose frente al constante intercambio de conocimientos de tecnologías, aplicaciones, información intelectual en general cuyo funcionamiento se basa fundamentalmente en la premisa de ser compartidos. A estos se une otra revolución fundamental: las nuevas energías renovables son también de naturaleza distribuida; están en todas partes y fácilmente al alcance de todos, si entran en funcionamiento con la celeridad que sería deseable. El mismo paradigma mecanicista de la Modernidad está viéndose alterado por un retorno al paradigma organicista, fruto de la necesidad de reflexión ecológica debida al cambio climático y la nueva dependencia de los ciclos de la naturaleza, que se desdibujó con la dependencia de las energías tradicionales basadas en la extracción de combustibles fósiles.
Los cambios en el sistema económico están generando un inevitable e imparable cambio de mentalidad: Rifkin lo llama "poder lateral". Efectivamente, éste es el eje de la nueva ideología. Ni izquierdas ni derechas caducas, ninguna respuesta a cómo gestionar la riqueza en un sistema capitalista tradicional, sino una nueva forma de entender la manera de compartir y distribuir productos materiales, servicios y conocimiento. El poder vertical -tan cuestionado en nuestros días por los abusos que está cometiendo- ya no es necesario ni tiene sentido en un mundo donde la riqueza se está empezando a poder compartir de otra manera. Donde la misma riqueza se entiende ya de otra manera: el poder de comunicación y de disfrute se están conviritiendo en el nuevo eje del concepto de bienestar y de riqueza, frente a la acumulación de bienes materiales y la propiedad privada exclusivista.
Lo que la lectura de este libro nos está abriendo también es una nueva perspectiva de lo que está ocurriendo: el viejo poder vertical, condenado a la extinción y fuente de la miseria que está ocasionando esta mala gestión de la crisis, se está defendiendo con uñas y dientes para preservar sus privilegios. Los mensajes sobre "recortes necesarios", "sacrificios para generar empleo", no son más que consignas con las que disimular la adhesión maligna al poder de unas castas que ya no son necesarias. Puede que toda esta crisis, que es una crisis del sistema capitalista tradicional, sea el marco de una lucha por el poder, entre el poder clásico vertical basado en la propiedad privada individual (véase la obsesión por privatizar y a qué manos tiende a ir el control del disfrute de servicios básicos, y por parte de quién se está intentando llevar a cabo) y un nuevo concepto de propiedad más democrática y de poder más repartido.
La solución necesaria a esta crisis y a este malestar es un cambio en el propio sistema de poder, que hace de nuestras democracias -como ya intuimos todos- meras pantallas ficticias para el abuso de unos pocos sobre la mayoría. Ese nuevo poder está aún sin definir, sin formular en nuestras mentes.
Marx concibió en su momento histórico, desde la ignorancia de una nueva infraestructura -la de la Tercera Revolución Industrial-, que la propiedad de los medios de producción se haría colectiva, primero a través de una dictadura del proletariado. Rifkin concibe otra forma de control de los medios de producción: lo define como capitalismo distribuido.
Podemos compartir la visión de esa Tercera Revolución Industrial con el autor, o ver otros matices o posibilidades de desarrollo. Podemos compartir el optimismo por ese cambio hacia una mentalidad generosa, empática y social de que nos habla, o partir de otras bases. Pero no cabe duda de que, cuando menos, este autor nos ofrece un solar desde el que edificar una nueva visión de nuestra realidad y una nueva ideología. A mí me inspira la lucha de un poder caduco y opresivo contra uno joven, solidario, realmente democrático y esperanzador. Es, cuando menos, una oportunidad para generar una nueva ideología con la que armarnos para luchar. Una nueva ideología para una nueva sociedad.