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lunes, 8 de julio de 2013

La irracionalidad, el enemigo interior

LA IRRACIONALIDAD, EL ENEMIGO INTERIOR


·   Si hay algo que creo que hace madurar al hombre y alcanzar esa mayoría de edad mental que propugnaba Kant es la racionalidad. Pero, ¿quién es consciente de que está cayendo en las trampas de su propia irracionalidad, cuando nos cerramos a una decisión poco acertada, a los dictámenes inconscientes de la publicidad, al ficticio prestigio de la tradición, a nuestras propias creencias? ¿Somos realmente quienes creemos que somos, o estamos mucho más modelados por lo que los demás esperan de nosotros, por lo que nos han inculcado…? Cuando nos encontramos con un dilema, ¿cómo calibrar la mejor elección posible? Estudiar los mecanismos de la irracionalidad es un camino al autoconocimiento y, de paso, al conocimiento del funcionamiento de la sociedad. ¿Por qué fracasan algunas empresas dejando que triunfen los ambiciosos o los pelotas de turno? ¿Por qué al mismo error o mala actitud de unas personas les concedemos mucha más importancia que si las cometen otras? ¿Qué peligros tiene la educación en la obediencia? ¿Por qué la recompensa o el castigo asociados a una tarea hacen que ésta se devalúe, e incluso que no sepamos hacerla bien? ¿Por qué nos enfrentamos a gente de otro grupo con los que, en otras circunstancias, habríamos hecho amistad? ¿De verdad seleccionamos nuestros grupos y amigos? ¿Cómo se enseña a "odiar al otro" (y cada cual que piense quién es "el otro" para él)? ¿Por qué un pueblo entero de repente se dedica a masacrar a otros, si está compuesto de individuos que no creían en las maldades de esos otros? ¿Por qué los médicos equivocan algunos diagnósticos? ¿Por qué insistimos en estar con alguien que no nos gusta ya tanto, sólo porque nos ha costado conquistarle? ¿Por qué a la gente le cuesta cambiar su voto, y tiende a aceptar los errores de su partido político aunque le invadan constantemente las pruebas de sus errores, que, dicho sea de paso, le perjudican a él mismo? ¿Cómo se pervierte a un ser humano?
La obediencia, el conformismo, el error de disponibilidad, la locura organizativa, la coherencia fuera de lugar, el efecto halo, el efecto espectador, los estereotipos... Son algunas de las respuestas que se estudian como posibles a esas y otras preguntas. Qué fáciles somos de manipular. Pero, ¿cómo evitarlo? Haciéndonos conscientes de cómo funcionamos, antes de que lo hagan otros que puedan aprovecharse de ello.
 
   Estoy convencida de que esta etapa delirante de la historia que nos ha tocado vivir demanda más que nunca como medicina la educación en la racionalidad práctica. Si pudiera, mandaría como libro de texto obligatorio en los colegios éste y otros libros que nos conducen a ser más conscientes de nuestra propia forma de conocer y actuar, y por tanto más libres y con valores más auténticos.
  
   Pero volvamos al tema del libro que nos ocupa. La psicología de la cognición es un campo interesantísimo para conocer por qué tomamos determinadas decisiones equivocadas, cómo se manipulan nuestras emociones, en qué medida perjudicamos nuestros intereses o juzgamos erróneamente a los demás.

·   El libro comienza señalando que, para definir la irracionalidad, dado que es un término negativo, hay que definirla por su contrario. ¿Qué es la racionalidad? Puede definirse desde diversas perspectivas. En lo que atañe a la decisión y a la acción (que es de lo que trata este libro), para medir la racionalidad hay que partir de lo que la persona sabe. Depende también del objetivo a alcanzar: si, a la luz de los datos de que disponemos, nuestras elecciones se dirigen a nuestros fines, la decisión será racional; si no, no. Pero son varios los factores psicológicos que nos apartan de tomar decisiones adecuadas. Las principales son: la incapacidad de posponer el juicio, la complejidad de la decisión y la influencia de las emociones.

·   Como se ve, lo que se ofrece aquí es un estudio de la racionalidad práctica aplicada a los medios, no a los fines. ¿Hay fines irracionales? Al igual que Gardner con las inteligencias, el autor subraya que hay que distinguir racionalidad de moralidad.

·   Sobre la idoneidad de unos fines sobre otros quizá tengamos otro momento para hablar. Áhí estaba Kant, estudiando esa mayoría de edad mental que empieza por el gobierno de uno mismo a través de su razón. Ahí estaba Ortega y Gasset, previniéndonos para no ser meros "hombres masa", satisfechos de nuestra simbiosis irracional con las actitudes ajenas y renunciando a la gran empresa de la vida, que es crearnos nosotros mismos su sentido. Por ahora, atender a los mecanismos de la irracionalidad para conocernos a nosotros mismos es un paso que nos prepara para el autoconocimiento, y de este modo para al menos aclarar en nuestras mentes y en nuestra consciencia cuáles no son nuestros fines, sino los que nos han puesto otros.
 
Para acabar, he seleccionado unas muy poquitas de las moralejas con que termina cada capítulo del libro. Quien quiera saber a qué responden, tendrá que leerlo.
 
* Piense antes de obedecer, y si la orden está justificada.
* Reflexione cuidadosamente antes de hacer pública una decisión, pues le será más difícil modificarla.
* No se deje arrastrar por una multitud a hacer acciones que no haría estando tranquilo.
* Si es usted el director de una organización, no se deje llevar por los halagos.
* No sobreestime los resultados de una elección, sobre todo si le han costado mucho tiempo, esfuerzo o dinero.
* Trate de no deslizarse en pequeños pasos hacia una actitud o acción que, en un principio, habría desaprobado.
* Si es usted profesor, no ponga pruebas de elección múltiple, fomente la formación de principios generales en sus alumnos.
* Recuerde que cambiar de opinión a la luz de nuevas pruebas es señal de fortaleza, no de debilidad.
* No crea que una afirmación es verdad porque crea que parte de ella lo es.
* Busque pruebas o argumentos que se opongan a sus creencias.
* No valore todo en términos económicos, a menos que sea contable.
* Coma lo que le guste.
 

martes, 25 de septiembre de 2012

La conquista de la felicidad

"Se ha estudiado mucho sobre la influencia del inconsciente en el consciente, pero no sobre la influencia del consciente en el subconsciente."


The Conquest of Happines
Portada de la edición de Routledge ed.
 
     Bertrand Russell es uno de los filósofos más influyentes del s. XX, pero no en el terreno de la psicología o la ética, sino en el de la lógica y las matemáticas. ¿Qué hace escribiendo un libro sobre la felicidad?
     Precisamente por esto me gusta más el libro, porque parte de una mirada a la vida misma desde su propia experiencia. Como haría cualquiera, sí, pero con una capacidad de análisis y crítica propia sólo de un filósofo, y de un filósofo lógico, acostumbrado a analizar las sutiles trampas del lenguaje y la argumentación desde el punto de vista de la estructura formal. Prescinde de axiomas creenciales. Parte de hechos observados, tomados como hechos positivos, puros, sin prejuicios creenciales de ningún tipo. Una metodología empirista donde las haya, pero sin pretensiones de serlo.
    Me gusta porque analiza las causas de la infelicidad y de la felicidad tanto individuales como sociales. No parte de esa supuesta omnipotencia  del individuo para ser feliz, que aunque tenga como intención dotar a todos de esperanza tiene a menudo como consecuencia un complejo de culpa ante el hecho de, en algún momento, sentirse desgraciado. Seamos realistas: la infelicidad tiene causas mucho más cercanas y mundanas de lo que, como meros individuos, podemos controlar, al menos a priori. Ni siquiera somos tan dueños de nuestra psiqué, que tiene sus propias reglas de juego. Ni creamos nuestro entorno: nacemos en uno que nos impone unas creencias de las que es muy difícil prescindir, y aun cuando se pueda, muy difíciles de combatir o siquiera de eludir. Pero no todo está perdido; el libro es fundamentalmente optimista.
     ¿Cuáles son las causas de la infelicidad? Es la primera parte del libro. El pesimismo, la competitividad, el aburrimiento y la sobreexcitación, el cansancio, el sentimiento de culpabilidad... Son jaulas que nos condenan a una infelicidad cuyo origen desconocemos. Pero lo bueno es que tienen cura: la propia razón. Lo que nos plantea Bertrand Russell aquí no es una racionalidad matemática, sino ese sentido de la razón humana, el sentido común, la mirada clara y limpia hacia la vida. Una razón que busque las causas lógicas de nuestros prejuicios, heredados o autogenerados. Se pueden combatir, analizándolos racionalmente, los puntos de vista erróneos sobre el mundo, los códigos morales sociales, los hábitos de vida equivocados, la tendencia a conducirnos a la supresión del apetito por la vida... Uno no puede sin más suprimir las creencias de su entorno, pero sí puede mirarlas y reconocerlas dentro de sí, ponerles rostro.
     Las falsas creencias sobre el mundo y la vida influyen en los estados de ánimo, en la elección de nuestros objetivos y en las esperanzas de alcanzarlos. El individuo puede actuar sobre estos factores, internos y externos, simplemente a través de su propia racionalidad y, sobre todo, partiendo de una tolerancia y amor a sí mismo, lo que constituye el sentido de la verdadera humildad. Por ejemplo, una de las causas del aburrimiento es que nuestras facultades no estén plenamente ocupadas o aprovechadas. Malamente lo estarán si no las conocemos, y a menudo no las conocemos porque no son las que nos plantea como deseables o exitosas nuestra sociedad. Lo bueno es que, sea cual sea tu pasado, si aprendes a conocerte sin juzgarte (narcisista, megalómano, pecador, pesimista...) puedes abrirte al mundo y a la felicidad: creer en ella es empezar a alcanzarla. Lo que hace falta es tener entusiasmo por la vida.
     En eso es en lo que consiste la verdadera felicidad: en tener entusiasmo por la vida. Explica muy bien la diferencia con ese sucedáneo de felicidad que es la huída, las alternativas para escapar de la realidad. La felicidad del ignorante, del que se aliena huyendo del dolor y cree que, por no sentir dolor, siente alegría, cuando nada real siente quien huye de sí mismo.
     También ofrece una segunda parte donde analiza las causas de la felicidad. La felicidad humana tiene muchas perspectivas; cerrarse a un solo camino es un error, para uno mismo y para los demás (cuidado con los que confunden la búsqueda de la felicidad con la mera ambición: hacen desgraciados a otros y no llegan a ser felices ellos mismos).



     El libro ofrece una perspectiva histórica del desarrollo humano y las causas de sus tendencias y creencias psicológicas, y hasta perspectivas biológicas... Todo con un tono descriptivo, adherido a la vida y desprovisto de prejuicios morales y sociales.
     Voy a dejaros con una pequeña perla que no es, ni mucho menos, un resumen del libro. Sencillo y cercano, incluye sin embargo estas notas de genialidad suprema, como sólo un verdadero filósofo puede alcanzar, desde la humildad y el respeto a la vida, a nuestra pequeñez y a nuestra dignidad. Fijáos que sutil análisis hace de un pecado considerado a menudo el más dañino e injustificable de todos: la envidia.
 

...Hemos alcanzado un estadio en la evolución que no es el estadio final. Debemos pasar por él deprisa, porque si no, muchos perecerán en el camino, y el resto se perderá en un bosque de dudas y miedo. Por ello la envidia, maligna como es, y malignos como son sus efectos, no es sólo fruto de la malignidad. En parte es la expresión de un sufrimiento heroico, el sufrimiento de los que caminan ciegos en la noche, quizá hacia un lugar de descanso mejor, quizá sólo hacia la muerte y la destrucción. Para encontrar la salida correcta de esta desesperación, el hombre civilizado debe agrandar su corazón como ha agrandado su mente. Debe aprender a trascenderse a sí mismo, y al hacerlo, alcanzar la libertad del Universo.


domingo, 23 de septiembre de 2012

Biblioteca alternativa de autoayuda, introducción

UNA ALTERNATIVA A LAS BIBLIOTECAS DE AUTOAYUDA


    Inauguro esta nueva sección haciendo una breve declaración de lo que el lector podrá encontrar en ella.
     La proliferación de libros de autoayuda, que ofrecen recetas más o menos fáciles de felicidad, es un fenómeno de nuestros días que me recuerda el surgimiento de las llamadas escuelas morales del Helenismo. No digo ni mucho menos que la literatura al respecto me parezca similar en calidad, aunque obviamente lo que nosotros conservamos y estudiamos es lo que nos parece, con la perspectiva del tiempo, de mayor influencia. Dudo si hay algo suficientemente digno en la actual oferta como para crear escuela o pasar a la posteridad.
     Lo que me hace asociarlas es que se trata de una época de inseguridad (aquélla como ésta nuestra), de convulsiones, de bamboleo de valores así como de ausencia de protección estatal, propia de los choques de culturas y las crisis económicas y políticas. Esto provoca que el individuo se sienta desprotegido, que se sienta inseguro ante su estabilidad, su futuro, sus pautas de acción y hasta sus propios principios éticos.
     Quizá por cuestiones de mi propia personalidad, a mí me ayudan más libros que no parten de supuestos axiomas, por consolador paisaje que nos ofrezcan. Prefiero una literatura analítica y abierta a posibilidades interpretativas, centrada en problemas y sentimientos reales, en análisis serios de la naturaleza del hombre y de su pensamiento, y no en supuestas quimeras sobre la potencialidad de la mente o nuestro origen ultracósmico, cosas que quedan muy por demostrar.
      ¿Qué cabe decir de ese discurso privado, necesario para trazarnos una imagen del mundo que nos permita movernos en él hacia la felicidad? ¿Qué es ser feliz? ¿Cómo puedo tener una buena imagen de mí mismo y a la vez saber lo que necesito hacer para triunfar en la vida, en mi vida? ¿Son la fama, el poder, el dinero, las claves de la felicidad? ¿Lo es la tranquilidad de conciencia, la libertad de pensamiento, el libre ejercicio de mi voluntad? Cada sociedad genera sus propios valores, y nos adaptamos a ellos, porque se infiltran en nuestros poros y porque necesitamos la aceptación del grupo y de nosotros mismos. Los conceptos mencionados anteriormente parecen tener alguna relación con la felicidad, o así lo hemos aprendido pasivamente. Pero, ¿qué ocurre si no alcanzo alguno de ellos, o si alcanzándolos no me siento feliz? Poder dar claridad a estas cuestiones es a lo que me refiero con la necesidad de ese discurso privado. Es obvio que mucha gente no es, o no se siente plenamente feliz, por la cantidad de manuales de autoayuda que se venden. De ahí que me haya planteado proponer otro enfoque de la cuestión.   
      Creo firmemente en la necesidad de crearse un discurso privado -un esquema de valores, una concepción de la realidad- que se asiente en la razón y en la realidad. Y creo que el estudio de la Ética, como disciplina filosófica, se está convirtiendo en una necesidad aclamante para una población mundial convulsa por choques de credos fanáticos, tanto políticos como religiosos, ante los que no sabemos si debemos reaccionar con "tolerancia", "contundencia", o en qué casos cada cosa. Creo que, en los países donde supuestamente hay aún libertad de pensamiento, o donde al menos ésta se concibe como un valor, se ha generado ya más que un relativismo, un miedo moral. Un miedo a afirmarse en la búsqueda de lo justo o lo bueno como valores objetivos, un miedo a ser tachado de cualquier cosa. Una mirada analítica a la vida, a los fundamentos de nuestros credos y argumentos (casi siempre prefabricados) es la única esperanza que tiene el hombre de alcanzar paz de espíritu y, por ende, felicidad.
     Nuestra época tiene, además, a mi parecer, una peculiaridad específica frente a este titubeo del discurso privado, y es el titubeo del discurso ético público.
     Junto a la inseguridad del individuo en su propio quehacer vital y en la defensa de su vida y su dignidad está la indefensión que sentimos como pueblo frente a la manipulación de los discursos éticos. La ausencia de una reflexión racional sobre nuestros sentimientos morales hace que ese discurso ético sea manipulado constantemente por los intereses de los poderosos. Ante el estallido de nuevas guerras, los países se posicionan con discursos sobre valores como la defensa de los derechos de los civiles frente al derecho al autogobierno y la no-intervención, el concepto de "pueblo" se manipula enfrentándolo en su concepto al de los tiranos que los gobiernan o, al contrario, al de los intereses de los países extranjeros que pretenden intervenirlos... Y aún funcionan de hecho -si no de convicción-, pese a que todos sabemos que detrás de esas posturas hay otro tipo de intereses.
     No sólo la felicidad personal, sino el camino hacia una sociedad justa, dependen de una capacidad de generar discursos que respondan a la realidad de la vida. Sé que es una utopía pretender alcanzar una humanidad entera culta, racional y ética, pero siempre hay que marcar el camino hacia ese horizonte.

    No pretendo hacer un acopio de clásicos de la Ética, ni siquiera de las éticas eudemonistas (sobre la felicidad) en exclusiva. Prefiero ir comentando algunos libros que recurren a lo que me parece primordial para no dejarnos engañar, ni por los demás ni por nosotros mismos. La selección sería totalmente personal, sin esperar responder a ningún rigor recopilatorio. En fin, lo que me vaya encontrando o lo que vaya recordando. Y la primera recomendación será sobre el libro que me inspiró esta sección.