"Se ha estudiado mucho sobre la influencia del inconsciente en el consciente, pero no sobre la influencia del consciente en el subconsciente."
The Conquest of Happines
Portada de la edición de Routledge ed. |
Bertrand Russell es uno de los filósofos más influyentes del s. XX, pero no en el terreno de la psicología o la ética, sino en el de la lógica y las matemáticas. ¿Qué hace escribiendo un libro sobre la felicidad?
Precisamente por esto me gusta más el libro, porque parte de una mirada a la vida misma desde su propia experiencia. Como haría cualquiera, sí, pero con una capacidad de análisis y crítica propia sólo de un filósofo, y de un filósofo lógico, acostumbrado a analizar las sutiles trampas del lenguaje y la argumentación desde el punto de vista de la estructura formal. Prescinde de axiomas creenciales. Parte de hechos observados, tomados como hechos positivos, puros, sin prejuicios creenciales de ningún tipo. Una metodología empirista donde las haya, pero sin pretensiones de serlo.
Me gusta porque analiza las causas de la infelicidad y de la felicidad tanto individuales como sociales. No parte de esa supuesta omnipotencia del individuo para ser feliz, que aunque tenga como intención dotar a todos de esperanza tiene a menudo como consecuencia un complejo de culpa ante el hecho de, en algún momento, sentirse desgraciado. Seamos realistas: la infelicidad tiene causas mucho más cercanas y mundanas de lo que, como meros individuos, podemos controlar, al menos a priori. Ni siquiera somos tan dueños de nuestra psiqué, que tiene sus propias reglas de juego. Ni creamos nuestro entorno: nacemos en uno que nos impone unas creencias de las que es muy difícil prescindir, y aun cuando se pueda, muy difíciles de combatir o siquiera de eludir. Pero no todo está perdido; el libro es fundamentalmente optimista.
¿Cuáles son las causas de la infelicidad? Es la primera parte del libro. El pesimismo, la competitividad, el aburrimiento y la sobreexcitación, el cansancio, el sentimiento de culpabilidad... Son jaulas que nos condenan a una infelicidad cuyo origen desconocemos. Pero lo bueno es que tienen cura: la propia razón. Lo que nos plantea Bertrand Russell aquí no es una racionalidad matemática, sino ese sentido de la razón humana, el sentido común, la mirada clara y limpia hacia la vida. Una razón que busque las causas lógicas de nuestros prejuicios, heredados o autogenerados. Se pueden combatir, analizándolos racionalmente, los puntos de vista erróneos sobre el mundo, los códigos morales sociales, los hábitos de vida equivocados, la tendencia a conducirnos a la supresión del apetito por la vida... Uno no puede sin más suprimir las creencias de su entorno, pero sí puede mirarlas y reconocerlas dentro de sí, ponerles rostro.
Las falsas creencias sobre el mundo y la vida influyen en los estados de ánimo, en la elección de nuestros objetivos y en las esperanzas de alcanzarlos. El individuo puede actuar sobre estos factores, internos y externos, simplemente a través de su propia racionalidad y, sobre todo, partiendo de una tolerancia y amor a sí mismo, lo que constituye el sentido de la verdadera humildad. Por ejemplo, una de las causas del aburrimiento es que nuestras facultades no estén plenamente ocupadas o aprovechadas. Malamente lo estarán si no las conocemos, y a menudo no las conocemos porque no son las que nos plantea como deseables o exitosas nuestra sociedad. Lo bueno es que, sea cual sea tu pasado, si aprendes a conocerte sin juzgarte (narcisista, megalómano, pecador, pesimista...) puedes abrirte al mundo y a la felicidad: creer en ella es empezar a alcanzarla. Lo que hace falta es tener entusiasmo por la vida.
En eso es en lo que consiste la verdadera felicidad: en tener entusiasmo por la vida. Explica muy bien la diferencia con ese sucedáneo de felicidad que es la huída, las alternativas para escapar de la realidad. La felicidad del ignorante, del que se aliena huyendo del dolor y cree que, por no sentir dolor, siente alegría, cuando nada real siente quien huye de sí mismo.
También ofrece una segunda parte donde analiza las causas de la felicidad. La felicidad humana tiene muchas perspectivas; cerrarse a un solo camino es un error, para uno mismo y para los demás (cuidado con los que confunden la búsqueda de la felicidad con la mera ambición: hacen desgraciados a otros y no llegan a ser felices ellos mismos).
Precisamente por esto me gusta más el libro, porque parte de una mirada a la vida misma desde su propia experiencia. Como haría cualquiera, sí, pero con una capacidad de análisis y crítica propia sólo de un filósofo, y de un filósofo lógico, acostumbrado a analizar las sutiles trampas del lenguaje y la argumentación desde el punto de vista de la estructura formal. Prescinde de axiomas creenciales. Parte de hechos observados, tomados como hechos positivos, puros, sin prejuicios creenciales de ningún tipo. Una metodología empirista donde las haya, pero sin pretensiones de serlo.
Me gusta porque analiza las causas de la infelicidad y de la felicidad tanto individuales como sociales. No parte de esa supuesta omnipotencia del individuo para ser feliz, que aunque tenga como intención dotar a todos de esperanza tiene a menudo como consecuencia un complejo de culpa ante el hecho de, en algún momento, sentirse desgraciado. Seamos realistas: la infelicidad tiene causas mucho más cercanas y mundanas de lo que, como meros individuos, podemos controlar, al menos a priori. Ni siquiera somos tan dueños de nuestra psiqué, que tiene sus propias reglas de juego. Ni creamos nuestro entorno: nacemos en uno que nos impone unas creencias de las que es muy difícil prescindir, y aun cuando se pueda, muy difíciles de combatir o siquiera de eludir. Pero no todo está perdido; el libro es fundamentalmente optimista.
¿Cuáles son las causas de la infelicidad? Es la primera parte del libro. El pesimismo, la competitividad, el aburrimiento y la sobreexcitación, el cansancio, el sentimiento de culpabilidad... Son jaulas que nos condenan a una infelicidad cuyo origen desconocemos. Pero lo bueno es que tienen cura: la propia razón. Lo que nos plantea Bertrand Russell aquí no es una racionalidad matemática, sino ese sentido de la razón humana, el sentido común, la mirada clara y limpia hacia la vida. Una razón que busque las causas lógicas de nuestros prejuicios, heredados o autogenerados. Se pueden combatir, analizándolos racionalmente, los puntos de vista erróneos sobre el mundo, los códigos morales sociales, los hábitos de vida equivocados, la tendencia a conducirnos a la supresión del apetito por la vida... Uno no puede sin más suprimir las creencias de su entorno, pero sí puede mirarlas y reconocerlas dentro de sí, ponerles rostro.
Las falsas creencias sobre el mundo y la vida influyen en los estados de ánimo, en la elección de nuestros objetivos y en las esperanzas de alcanzarlos. El individuo puede actuar sobre estos factores, internos y externos, simplemente a través de su propia racionalidad y, sobre todo, partiendo de una tolerancia y amor a sí mismo, lo que constituye el sentido de la verdadera humildad. Por ejemplo, una de las causas del aburrimiento es que nuestras facultades no estén plenamente ocupadas o aprovechadas. Malamente lo estarán si no las conocemos, y a menudo no las conocemos porque no son las que nos plantea como deseables o exitosas nuestra sociedad. Lo bueno es que, sea cual sea tu pasado, si aprendes a conocerte sin juzgarte (narcisista, megalómano, pecador, pesimista...) puedes abrirte al mundo y a la felicidad: creer en ella es empezar a alcanzarla. Lo que hace falta es tener entusiasmo por la vida.
En eso es en lo que consiste la verdadera felicidad: en tener entusiasmo por la vida. Explica muy bien la diferencia con ese sucedáneo de felicidad que es la huída, las alternativas para escapar de la realidad. La felicidad del ignorante, del que se aliena huyendo del dolor y cree que, por no sentir dolor, siente alegría, cuando nada real siente quien huye de sí mismo.
También ofrece una segunda parte donde analiza las causas de la felicidad. La felicidad humana tiene muchas perspectivas; cerrarse a un solo camino es un error, para uno mismo y para los demás (cuidado con los que confunden la búsqueda de la felicidad con la mera ambición: hacen desgraciados a otros y no llegan a ser felices ellos mismos).
El libro ofrece una perspectiva histórica del desarrollo humano y las causas de sus tendencias y creencias psicológicas, y hasta perspectivas biológicas... Todo con un tono descriptivo, adherido a la vida y desprovisto de prejuicios morales y sociales.
Voy a dejaros con una pequeña perla que no es, ni mucho menos, un resumen del libro. Sencillo y cercano, incluye sin embargo estas notas de genialidad suprema, como sólo un verdadero filósofo puede alcanzar, desde la humildad y el respeto a la vida, a nuestra pequeñez y a nuestra dignidad. Fijáos que sutil análisis hace de un pecado considerado a menudo el más dañino e injustificable de todos: la envidia.
...Hemos alcanzado un estadio en la evolución que no es el estadio
final. Debemos pasar por él deprisa, porque si no, muchos perecerán en el
camino, y el resto se perderá en un bosque de dudas y miedo. Por ello la
envidia, maligna como es, y malignos como son sus efectos, no es sólo fruto de
la malignidad. En parte es la expresión de un sufrimiento heroico, el
sufrimiento de los que caminan ciegos en la noche, quizá hacia un lugar de
descanso mejor, quizá sólo hacia la muerte y la destrucción. Para encontrar la
salida correcta de esta desesperación, el hombre civilizado debe agrandar su
corazón como ha agrandado su mente. Debe aprender a trascenderse a sí mismo, y
al hacerlo, alcanzar la libertad del Universo.
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