miércoles, 24 de julio de 2013
lunes, 8 de julio de 2013
La irracionalidad, el enemigo interior
LA IRRACIONALIDAD, EL ENEMIGO INTERIOR
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Si hay algo que creo que hace madurar al hombre
y alcanzar esa mayoría de edad mental que propugnaba Kant es la racionalidad.
Pero, ¿quién es consciente de que está cayendo en las trampas de su propia
irracionalidad, cuando nos cerramos a una decisión poco acertada, a los dictámenes
inconscientes de la publicidad, al ficticio prestigio de la tradición, a
nuestras propias creencias? ¿Somos realmente quienes creemos que somos, o estamos
mucho más modelados por lo que los demás esperan de nosotros, por lo que nos
han inculcado…? Cuando nos encontramos con un dilema, ¿cómo calibrar la mejor
elección posible? Estudiar los mecanismos de la irracionalidad es un camino al
autoconocimiento y, de paso, al conocimiento del funcionamiento de la sociedad.
¿Por qué fracasan algunas empresas dejando que triunfen los ambiciosos o los
pelotas de turno? ¿Por qué al mismo error o mala actitud de unas personas les
concedemos mucha más importancia que si las cometen otras? ¿Qué peligros tiene la educación en la obediencia? ¿Por qué la recompensa o el castigo asociados a una tarea hacen que ésta se devalúe, e incluso que no sepamos hacerla bien? ¿Por qué nos enfrentamos a gente de otro grupo con los que, en otras circunstancias, habríamos hecho amistad? ¿De verdad seleccionamos nuestros grupos y amigos? ¿Cómo se enseña a "odiar al otro" (y cada cual que piense quién es "el otro" para él)? ¿Por qué un pueblo entero
de repente se dedica a masacrar a otros, si está compuesto de individuos que no
creían en las maldades de esos otros? ¿Por qué los médicos equivocan algunos
diagnósticos? ¿Por qué insistimos en estar con alguien que no nos gusta ya tanto, sólo porque nos ha costado conquistarle? ¿Por qué a la gente le cuesta cambiar su voto, y tiende a aceptar
los errores de su partido político aunque le invadan constantemente las pruebas
de sus errores, que, dicho sea de paso, le perjudican a él mismo? ¿Cómo se pervierte a un ser humano?
La obediencia, el conformismo, el error de disponibilidad, la locura organizativa, la coherencia fuera de lugar, el efecto halo, el efecto espectador, los estereotipos... Son algunas de las respuestas que se estudian como posibles a esas y otras preguntas. Qué fáciles somos de manipular. Pero, ¿cómo evitarlo? Haciéndonos conscientes de cómo funcionamos, antes de que lo hagan otros que puedan aprovecharse de ello.
Estoy convencida de que esta etapa delirante de la historia que nos ha tocado vivir demanda más que nunca como medicina la educación en la racionalidad práctica. Si pudiera, mandaría como libro de texto obligatorio en los colegios éste y otros libros que nos conducen a ser más conscientes de nuestra propia forma de conocer y actuar, y por tanto más libres y con valores más auténticos.
Pero volvamos al tema del libro que nos ocupa. La psicología de la cognición es un campo
interesantísimo para conocer por qué tomamos determinadas decisiones
equivocadas, cómo se manipulan nuestras emociones, en qué medida perjudicamos
nuestros intereses o juzgamos erróneamente a los demás.
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El libro comienza señalando que, para definir la
irracionalidad, dado que es un término negativo, hay que definirla por su
contrario. ¿Qué es la racionalidad? Puede definirse desde diversas perspectivas.
En lo que atañe a la decisión y a la acción (que es de lo que trata este
libro), para medir la racionalidad hay que partir de lo que la persona sabe.
Depende también del objetivo a alcanzar: si, a la luz de los datos de que
disponemos, nuestras elecciones se dirigen a nuestros fines, la decisión será
racional; si no, no. Pero son varios los factores psicológicos que nos apartan
de tomar decisiones adecuadas. Las principales son: la incapacidad de posponer
el juicio, la complejidad de la decisión y la influencia de las emociones.
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Como se ve, lo que se ofrece aquí es un estudio
de la racionalidad práctica aplicada a los medios, no a los fines. ¿Hay fines
irracionales? Al igual que Gardner con las inteligencias, el autor subraya que
hay que distinguir racionalidad de moralidad.
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Sobre la idoneidad de unos fines sobre otros
quizá tengamos otro momento para hablar. Áhí estaba Kant, estudiando esa mayoría de edad mental que empieza por el gobierno de uno mismo a través de su razón. Ahí estaba Ortega y Gasset, previniéndonos para no ser meros "hombres masa", satisfechos de nuestra simbiosis irracional con las actitudes ajenas y renunciando a la gran empresa de la vida, que es crearnos nosotros mismos su sentido. Por ahora, atender a los mecanismos de
la irracionalidad para conocernos a nosotros mismos es un paso que nos prepara
para el autoconocimiento, y de este modo para al menos aclarar en nuestras
mentes y en nuestra consciencia cuáles no son nuestros fines, sino los que nos
han puesto otros.
Para acabar, he seleccionado unas muy poquitas de las moralejas con que termina cada capítulo del libro. Quien quiera saber a qué responden, tendrá que leerlo.
* Piense antes de obedecer, y si la orden está justificada.
* Reflexione cuidadosamente antes de hacer pública una decisión, pues le será más difícil modificarla.
* No se deje arrastrar por una multitud a hacer acciones que no haría estando tranquilo.
* Si es usted el director de una organización, no se deje llevar por los halagos.
* No sobreestime los resultados de una elección, sobre todo si le han costado mucho tiempo, esfuerzo o dinero.
* Trate de no deslizarse en pequeños pasos hacia una actitud o acción que, en un principio, habría desaprobado.
* Si es usted profesor, no ponga pruebas de elección múltiple, fomente la formación de principios generales en sus alumnos.
* Recuerde que cambiar de opinión a la luz de nuevas pruebas es señal de fortaleza, no de debilidad.
* No crea que una afirmación es verdad porque crea que parte de ella lo es.
* Busque pruebas o argumentos que se opongan a sus creencias.
* No valore todo en términos económicos, a menos que sea contable.
* Coma lo que le guste.
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