COMENTARIOS DE TOMÁS DE AQUINO Y ORTEGA Y GASSET
Recuerda siempre que hay muchas cosas que se pueden extraer de un
texto. Esto es sólo un ejemplo de cómo explicarlo, que sigue la estructura que
habéis estudiado. Debes siempre
centrarte en extraer al máximo lo que tú entiendes, lo que sabes, sacar partido
a tus recursos (no destacar tus carencias). De lo que leas aquí, piensa qué si
podrías haber utilizado y qué no. Sobre lo segundo puedes preguntar, pero no te
agobies, porque si sacas buen partido de lo primero habrás hecho un buen
comentario.
Objeciones: por las que parece que Dios no es demostrable.
1. La existencia de Dios es artículo de fe. Pero los contenidos de fe
no son demostrables, puesto que la demostración convierte algo en evidente, en
cambio la fe trata lo no evidente, como dice el Apóstol en Heb 2,1. Por tanto,
la existencia de Dios no es demostrable.
2. Más aún. La base de la demostración está en lo que es. Pero de Dios
no podemos saber qué es, sino sólo qué no es, como dice el Damasceno. Por lo
tanto, no podemos demostrar la existencia de Dios.
Tomás de Aquino, Summa de
Teología, cuestión 2, artículo 2.
Tomás de Aquino se plantea el tema de si la
existencia de Dios es demostrable o no. Para ello comienza situando las
objeciones que se plantean a afirmar que sí es demostrable (como más tarde
afirmará él, desarrollando para ello las famosas cinco vías). Su estructura argumentativa sigue siempre ese esquema: parte de las objeciones que existen, desde argumentos de autoridad; contrapone otros argumentos de autoridad que apoyen su planteamiento y finalmente desarrolla su argumentación racional.
Las objeciones
que plantea son dos:
¡. La existencia de Dios es artículo de fe. Eso
significa que no es demostrable, pues la fe trata lo no evidente. Si fuera
alcanzable por la razón, no necesitaríamos la fe. Plantea esta objeción porque
viene dada por la propia Biblia, según él mismo la cita. Pero las citas, como
todo, son interpretables, y lo que realmente intentará rebatir aquí es el modo
en que esa afirmación bíblica puede ser interpretada para refutar la posibilidad
de demostrar la existencia de Dios.
2. Para demostrar algo tenemos que partir de lo que
es ese algo (de la definición de su esencia) pero de Dios no podemos saber lo
que es, tan solo que es (es decir, que existe, algo que afirmamos por fe). De
aquí también se desprendería que la existencia de Dios no es demostrable. Así lo explica Juan Damasceno, citando ahora una autoridad intelectual (el primer autor en hacer un compedio o summa teológica de la doctrina cristiana).
Frente a estas objeciones, Tomás de Aquino seguirá
su planteamiento argumentativo habitual: pondrá otras contra argumentaciones
basadas también en autoridades y, a partir de ahí, aportará su propia
argumentación filosófica. Encuentra un artículo de fe en que apoyarse para
justificar lo que va a argumentar no es contrario a la fe.(observa que esto lo puedes aplicar a cualquier fragmento de Tomás,
teniendo en cuenta si está en objeciones, contraargumento o su propia
argumentación filosófica). Desde ahí se planteará entonces, ya que parece
que puede ser de alguna manera demostrable (a partir de sus obras), cómo llevar
a cabo esa demostración, y formulará sus famosas cinco vías, las cuales parten
todas (por influencia aristotélica) de algún fenómeno conocido, perceptible por
los sentidos, a la deducción de una primera causa incausada.
El conocimiento es la adquisición de verdades, y en
las verdades se nos manifiesta el universo trascendente (transubjetivo) de la
realidad. Las verdades son eternas, únicas e invariables. ¿Cómo es posible su
insaculación dentro del sujeto? La respuesta del racionalismo es taxativa: sólo
es posible el conocimiento si la realidad puede penetrar en él sin la menor
deformación. El sujeto tiene, pues, que ser un medio transparente, sin
peculiaridad o color alguno, ayer igual a hoy y a mañana –por tanto, ultravital
y extrahistórico-. Vida es peculiaridad, cambio, desarrollo; en una palabra: historia.
Ortega y Gasset: El
tema de nuestro tiempo
Ortega se está planteando aquí cómo es posible que
conozcamos alguna verdad, para lo que contrapone su propia teoría a la idea
tradicional que se tenía de “verdad”, haciendo una crítica de la respuesta
racionalista, cuya concepción de la razón como pura y unitaria intenta superar.
Comienza definiendo el conocimiento como
“adquisición de verdades”; pero ¿qué ha de entenderse por “verdad”? La verdad
sería una correspondencia entre lo que pienso del mundo y lo que el mundo es,
por eso dice que en ellas se nos manifiesta “el universo trascendente”, al que
califica de “transubjetivo”. Con ello hace referencia a su cualidad de no ser
relativo a un solo sujeto, sino algo que trasciende al sujeto, algo en lo que
todos los sujetos deberían estar de acuerdo porque es exterior al sujeto mismo.
Cuando define las verdades como “eternas, únicas e
invariables” está haciendo referencia a esa visión tradicional, sostenida
especialmente por el racionalismo, de que la verdad es única, que se identifica
con lo eterno e inamovible de las cosas. Para entender que la verdad conserve
esas cualidades (única e inamovible, idéntica por tanto para todos) hay que
entender el sujeto desde una perspectiva abstracta como idéntico a cualquier
otro. Lo racional, identificado con lo eterno e invariable (lo que es, lo que
permanece) es igual para todos. Si partimos de esta concepción de la razón, y
entendemos, como el Racionalismo de la Modernidad, que el sujeto es racional
(Descartes hablaba de la “luz natural de la razón” y Kant establece una crítica
de la “razón pura”) entonces todos los sujetos son necesariamente iguales. Esa
es la respuesta “taxativa” de los racionalistas, que no contemplan la
racionalidad como algo vital, como una función de la vida, sino como una
facultad única (pura) de captar verdades eternas. Por eso dice que el sujeto
para los racionalistas tiene que ser “transparente, sin peculiaridad ni color
alguno”, es decir, para concebir esa “insaculación” de “La verdad” en el
sujeto, hay que negar su individualidad, su peculiaridad. “Ayer igual a hoy y
mañana”, es decir, a-histórico. Ortega y Gasset opondrá a esto una visión vital
de la razón, intentando superar la dicotomía que se plantea entre la concepción
dogmática de los racionalistas sobre el conocimiento o la escéptica de los
relativistas, así como la de los
vitalismos, que reducen al hombre a impulso. Para Ortega, lo real es lo
individual (como corresponde a la filosofía contemporánea en general, como
corresponde al “tema de nuestro tiempo”). Nuestra (su) generación tiene que
asumir el nuevo descubrimiento, el nuevo tema que nos ocupa: que la realidad es
no sólo vital sino también histórica.
Esa es la realidad radical: el sujeto individual en relación a su
circunstancia: su vida y el momento histórico que le toca vivir. La razón no se
opone a la vida: se explica a partir de ella (y no a la inversa). Por ello, su
filosofía se definirá como raciovitalismo y raciohistoricismo.