RECORRIDO
FILOSÓFICO SOBRE LA IDEA DE DIOS
¿Qué
significa “Dios”? ¿En qué piensan los autores que han hablado sobre Él -o “ellos”-?
Cada cultura y cada fe
pueden ofrecer una imagen muy distinta de aquello que se considere como fuerzas
que dominan a los hombres y sobre el modo en que éstas puedan afectar a su
vida. Pero lo cierto es que no hay cultura que no haya desarrollado alguna
creencia en torno a lo sobrenatural o divino.
La sed de
justicia moral, el ansia de inmortalidad, el miedo a lo desconocido y al
destino, son factores emocionales que están a la raíz de la formación de las
distintas creencias religiosas. La sed de poder, la necesidad de cohesión
social y la identificación grupal son factores sociológicos que inciden en la
cristalización y manipulación de creencias y dogmas.
Hasta
ahora todos los intentos racionales de responder a estas inquietudes universales
del ser humano han fracasado, tanto para demostrar a Dios como para eliminarlo
del espíritu humano.
Edad Antigua
El concepto religioso o mitológico
es heredero de la idea de las fuerzas que gobiernan el mundo. Esas fuerzas no
necesariamente lo crean, pero sí son inmortales y superiores a los hombres.
Los
filósofos especulan libremente sobre las fuerzas de la naturaleza y las
pasiones humanas; en este marco los dioses se citan a modo de símbolos más que
otra cosa.
Los
dioses se entienden como seres superiores. El pensamiento racional enfoca la
idea de “dios” como ser perfecto, y esto dependerá de lo que se entienda por
perfección. Platón usa el mito como vehículo de expresión y de forma alegórica;
en él ya se percibe el tratamiento conceptual de los dioses, que culmina en
toda su pureza con Aristóteles. Para Aristóteles, un ser perfecto es un ser
perfectamente realizado. Para Epicuro los dioses, si existieran, serían
hedonistas racionales.
- El
“dios” de Aristóteles es un concepto puramente físico y metafísico: sirve como
causa última del movimiento (cambio, transformación) de todos los seres. Carece
de connotaciones religiosas.
‒
En Platón lo único parecido a “dios” es el Demiurgo, que se concibe sólo como
inteligencia creadora (ni providente ni nada más). Pero no es creador
propiamente hablando, al modo cristiano, sino “ordenador”: ordena la materia
imprimiéndole las ideas.
Edad Media
La expansión del Cristianismo
impone el monoteísmo judaico y una determinada concepción de Dios como ser
absoluto, trascendente, creador, providente, juez de los hombres…
El monoteísmo impone una
concepción absolutista y monolítica de la verdad. Cualquier desviación de esta
verdad (ortodoxia, opinión correcta) es, pues, herejía, a la que hay que
combatir. Cristianos y musulmanes tienen como mandato la evangelización o
expansión de la fe (los judíos no; se consideran el pueblo elegido).
El
problema del ser pasa a identificarse en gran medida, o al menos a depender de,
el problema de Dios, creador de todo y por tanto explicación última de todo
ser. Con el Cristianismo primero (y el Islam como herencia) se impone la idea
de un Dios único: ha de ser omnipotente, bondad infinita, creador de todo (y
creador desde la nada), providente… La idea de providencia (atención y amor de
Dios a los hombres) es la novedad (junto con la creatio ex nihilo) de mayor influencia respecto al pensamiento
anterior.
El
pensamiento racional se ve sometido a la verdad revelada. Podemos adoptar dos posturas,
según el punto de vista del que partamos:
(+)
Dios concede al hombre la verdad, pese a las limitaciones del conocimiento de
éste (S. Agustín).
(-) El pensamiento racional se ve condicionado, y
por tanto se pervierte.
(Pueden
buscarse otros puntos de vista intermedios: el contraste con nuevas creencias
da nuevos alicientes a la razón para encontrar explicaciones lógicas a
supuestos paradójicos).
Edad Moderna
Herencia de la imagen cristiana de
Dios. Conflictos en el seno de la Iglesia, preponderancia creciente de lo
racional y científico… Comienzan las críticas a la fe institucionalizada. Tras
el protestantismo aparece también, paralela a la Ilustración (exaltación de la
razón, el humanismo y la libertad), la tendencia a la idea de “religión
natural”.
El
pensamiento racional, al referirse a Dios (y partiendo de la herencia cristiana
de la Patrística y la Escolástica), lo asimila al concepto de ser infinito,
especialmente con Descartes. Rousseau, precursor del Romanticismo, lo ubica en
el ámbito de los sentimientos y apela a la comunicación íntima con él, contra
la institucionalización y reflexión racional sobre Él. Descartes centra su
planteamiento filosófico en el concepto matemático, puramente racional, de
infinito. Hume es el primero que cuestiona su sitio en el pensamiento racional,
negando tal posibilidad al carecer de impresión de Él. Kant lo identifica más
con la idea de juez supremo, pero lo saca del ámbito del conocimiento,
dejándolo como postulado, y no axioma ni objeto demostrable, de la razón.
- Se puede
comentar la herencia inevitable de la imagen cristiana de Dios, pero aunque el
concepto es obviamente cristiano el nuevo enfoque se centra en su ubicación
dentro del problema del conocimiento.
Edad Contemporánea
Cambios vertiginosos, positivismo,
vitalismos, historicismos, primeros planteamientos públicos de ateísmo…
En el s. XX se desarrolla la
Filosofía de las Religiones. G. Dumezil y M. Eliade, discípulo de aquél, son
los autores más destacables. Dentro de la filosofía no se trata simplemente su
ubicación en el terreno del conocimiento racional, sino en las creencias
vitales del hombre. Surgen así las críticas al papel negativo que ejerce en la
humanidad a través de dos focos principales, centrados en la idea monolítica de
“verdad”: el papel de las ideologías en Marx y la crítica a la “verdad” única
de Nietzsche.
Feuerbach
considera el concepto fruto de un error, desviación y proyección del poder
creador del hombre. Marx ve en el concepto de Dios,
dominado por la Iglesia, una invención usada como forma de dominar al pueblo.
Nietzsche lo identifica con la Verdad única e invierte la relación hombre-Dios,
siendo el primero el creador del segundo.
‒
El problema de Dios se enfoca desde sus efectos sobre la vida del hombre, sobre
todo en cuanto influye en la ordenación social.
- Se puede
juzgar un avance la separación de la ética y la religión. Como herencia de
Kant, el hombre está capacitado para adquirir autonomía moral sin necesidad de
supeditarse a creencias religiosas.
- Se puede
hablar de una crisis de valores que conduce a un relativismo moral, en el cual
seguimos inmersos. Como dijo Dostoievski: “si Dios no existe, todo está
permitido”. El hombre, considerado autoridad suprema, puede imponer sus intereses
sobre todo valor.
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