jueves, 8 de noviembre de 2018


SÍNTESIS  DE TOMAS DE AQUINO
La Baja Edad Media está marcada por el florecimiento económico que permite el desarrollo de las ciudades (burgos), de la arquitectura con el arte gótico y del interés por la investigación empírica, lo que se ve fomentado con la introducción en Occidente de las obras de los clásicos, entre ellos Aristóteles, cuyo modelo de mundo constituía la ciencia física del momento.
En este contexto se desarrolla la Escolástica, corriente filosófica cristiana que reinterpreta a Aristóteles para conjugarlo con la fe y abrir paso a la investigación sobre la naturaleza. Tomás de Aquino será quien culmine esta reinterpretación.
Para ello se enfrenta a una serie de problemas: la inmortalidad del alma (el hilemorfismo la niega), la creación del mundo (según Aristóteles éste es eterno) y la providencia de Dios (el acto puro de Aristóteles no puede pensar en nada que no sea sí mismo, pues pensar es una forma de “movimiento” o tendencia al exterior, y el acto puro no necesita nada exterior a sí, por eso es inmóvil).
Al igual que Aristóteles, parte de que el conocimiento empieza con los sentidos, de los que abstraemos los conceptos (va de lo sensible a lo inteligible). Pero los sentidos tienen un límite, más allá del cual podemos conocer por fe. Ahora bien, entre el conocimiento racional (que parte de los sentidos) y el de la fe hay un ámbito de intersección, que es la teología.
Desde este ámbito propone cinco vías para la demostración de la existencia de Dios. Rechaza a tal efecto el argumento ontológico, por ser a priori (prescindir de la experiencia). Las cinco vías parten todas de un dato de los sentidos, aplica el principio de causalidad, niega la posibilidad de una serie infinita y acaba afirmando la existencia de Dios como causa primera. Esas cinco vías o pruebas son: del movimiento al motor inmóvil, de las causas a la primera causa incausada, de los seres contingentes al ser necesario, de los grados de perfección a la perfección absoluta y del orden en el mundo a la primera causa ordenadora.
Para definir a Dios suma a las características cristianas las aristotélicas: motor inmóvil y acto puro. Usa la definición de motor inmóvil como una de las pruebas de su existencia, pero quedan otros problemas, como su providencia: el acto puro no puede pensar más que en sí mismo. Esto lo soluciona concibiendo el mundo como pensamiento de Dios; para no caer en el panteísmo (concebir a Dios como la totalidad del universo) y distinguir a Dios del mundo utiliza la teoría platónica de la participación.
Su concepción de Dios, conjugando cristianismo y aristotelismo, parte de la distinción entre Dios y los demás seres. El primero se caracteriza por su simplicidad (acto puro); todos los demás seres son compuestos; siguiendo el hilemorfismo de Aristóteles, de materia y forma, a lo que va a añadir los principios de esencia y existencia. Esto le lleva a distinguir los seres contingentes (podrían no haber existido: su esencia no implica su existencia) y el Ser necesario (su esencia implica su existencia; es el argumento ontológico de S. Anselmo que, aunque no acepta como prueba de la existencia de Dios para nosotros sí lo acepta definir su esencia.
El tema del hombre plantea el conflicto de compaginar el hilemorfismo de Aristóteles con el problema de la salvación, ya que la filosofía de Aristóteles tiene como consecuencia que ésta es imposible (explicar por qué). Para solucionarlo sustancializa la parte racional, el logos: la única exclusiva del hombre. Se basa en una tergiversación de un planteamiento ético de Aristóteles: según éste, la actividad más noble del hombre es la vida contemplativa, la cual nos “asemeja” a los dioses. Tomás de Aquino lo usará para decir que nos lleva a Dios.
Esto tiene como consecuencia una mayor frontera en la distinción entre hombres y animales, algo que se acentuará con el mecanicismo de Descartes.
Su ética es también una cristianización de la ética aristotélica. Parte de que el fin de toda acción es la búsqueda de la felicidad, y de que ésta consiste en la realización de nuestra naturaleza; como cristiano, introduce que esta naturaleza consiste en ser criaturas de Dios, por lo que nuestra felicidad consistirá en dirigirnos a Él.
Al igual que Aristóteles, defiende que lo que distingue al hombre de los animales es su naturaleza racional (el animal con logos): con su razón puede deducir (no inventar) normas de conducta: esto demuestra la existencia de una ley natural (iusnaturalismo). El contenido se deduce del repertorio de las tendencias naturales del hombre. Algunas normas son comunes con otros seres: conservar nuestra existencia, procrear y cuidar de los hijos… Pero en cuanto racionales, a diferencia de los demás animales, tendemos a buscar la verdad y a vivir en sociedad según los preceptos de la justicia.
Esto lleva a su política. Esa “ley natural” que tenemos que descubrir es la moral. Se trata de la ley divina (el orden de Dios) traducida al logos humano, a nuestra razón y es objetiva y eterna; a su vez, la moral ha de traducirse a la ley positiva: a las normas con las que nos vamos a gobernar en cada situación y contexto.
Éste es el fundamento de su política. El ser humano se define también como animal político o cívico: que organiza su convivencia en Estados, con unas leyes y con miras a la justicia. Su política es marcadamente iusnaturalista: la ley positiva debe ser un reflejo de la ley natural o moral, que a su vez es esa interpretación de la ley divina. La ley natural es eterna, pero nosotros somos temporales y tenemos que legislar adaptando esa justicia al contexto concreto de la ciudad o Estado.

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