domingo, 30 de septiembre de 2012

De acciones y pasiones

     ¿Qué detonantes hacen que la gente actúe en masa, que reaccione al unísono por una causa común? Para hacer sociología realista hay que atender a los motores psicológicos de la acción humana. Podríamos estar de acuerdo todos -hipotéticamente hablando- en argumentos racionales, o simplemente discursivos, por admitir hasta el acuerdo en argumentos que pueden ser erróneos. Pero la razón sola no es motor de acción. ¿Qué es lo que hace que un pueblo estalle? Hace falta un caldo de cultivo, un poder de propaganda, pero el salto a la acción en masa precisa de otras facetas de la psiqué humana: las emociones, los sentimientos, las pasiones.... Ciertamente, pueden formar un discurso en sí mismo.
     Para mover a la acción a un pueblo hay que poner símbolos sensibles, es decir, perceptibles por los sentidos: una bandera, un himno... El poder de la música sobre el ánimo es impresionante. Ya lo estudió y dicen que usaba Pitágoras en su momento. Hume también se dio cuenta de esos motores profundos de la acción: la razón es esclava de las pasiones.
     Esta perorata aparentemente tan seria es fruto de lo que me dio por pensar ante este vídeo, que lo primero que me produjo fue risa. No quiero trivializar las emociones que estamos sufriendo ante la crisis, pero la verdad es que el modo en que se enardece y aúna a un pueblo ante un himno común, ejemplos de lo cual hay muchos a lo largo de la historia, llevado a Andalucía no puede hacerse sino con cierta gracia. Eso está bien, hombre. Fijáos cómo escuchan como un único sujeto, cómo se mueven al unísono este conjunto de personas, ante una música y un mensaje que, por un lado, les está conjugando y descargando una indignación común, y por otro sirve de bálsamo para tomarnos los problemas de la vida con humor.
 

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Manifestación en Sevilla, 29M.
 
 
     Y puestos a encarnar en símbolos visibles el sentir de un pueblo -y un pueblo con gracia como el español, que comer no comeremos pero nos reímos un rato-, decidme si no tiene también gracia y arte esta reinterpretación del cuadro de Goya y del papel que jugó en el ánimo y la imaginería del pueblo la actuación de ese camarero de la manifestación del martes, en Madrid. Así encarnamos los españoles nuestros símbolos, con pasión y con salero.

Original de Erick Miraval 2012, circulando por la red

martes, 25 de septiembre de 2012

La conquista de la felicidad

"Se ha estudiado mucho sobre la influencia del inconsciente en el consciente, pero no sobre la influencia del consciente en el subconsciente."


The Conquest of Happines
Portada de la edición de Routledge ed.
 
     Bertrand Russell es uno de los filósofos más influyentes del s. XX, pero no en el terreno de la psicología o la ética, sino en el de la lógica y las matemáticas. ¿Qué hace escribiendo un libro sobre la felicidad?
     Precisamente por esto me gusta más el libro, porque parte de una mirada a la vida misma desde su propia experiencia. Como haría cualquiera, sí, pero con una capacidad de análisis y crítica propia sólo de un filósofo, y de un filósofo lógico, acostumbrado a analizar las sutiles trampas del lenguaje y la argumentación desde el punto de vista de la estructura formal. Prescinde de axiomas creenciales. Parte de hechos observados, tomados como hechos positivos, puros, sin prejuicios creenciales de ningún tipo. Una metodología empirista donde las haya, pero sin pretensiones de serlo.
    Me gusta porque analiza las causas de la infelicidad y de la felicidad tanto individuales como sociales. No parte de esa supuesta omnipotencia  del individuo para ser feliz, que aunque tenga como intención dotar a todos de esperanza tiene a menudo como consecuencia un complejo de culpa ante el hecho de, en algún momento, sentirse desgraciado. Seamos realistas: la infelicidad tiene causas mucho más cercanas y mundanas de lo que, como meros individuos, podemos controlar, al menos a priori. Ni siquiera somos tan dueños de nuestra psiqué, que tiene sus propias reglas de juego. Ni creamos nuestro entorno: nacemos en uno que nos impone unas creencias de las que es muy difícil prescindir, y aun cuando se pueda, muy difíciles de combatir o siquiera de eludir. Pero no todo está perdido; el libro es fundamentalmente optimista.
     ¿Cuáles son las causas de la infelicidad? Es la primera parte del libro. El pesimismo, la competitividad, el aburrimiento y la sobreexcitación, el cansancio, el sentimiento de culpabilidad... Son jaulas que nos condenan a una infelicidad cuyo origen desconocemos. Pero lo bueno es que tienen cura: la propia razón. Lo que nos plantea Bertrand Russell aquí no es una racionalidad matemática, sino ese sentido de la razón humana, el sentido común, la mirada clara y limpia hacia la vida. Una razón que busque las causas lógicas de nuestros prejuicios, heredados o autogenerados. Se pueden combatir, analizándolos racionalmente, los puntos de vista erróneos sobre el mundo, los códigos morales sociales, los hábitos de vida equivocados, la tendencia a conducirnos a la supresión del apetito por la vida... Uno no puede sin más suprimir las creencias de su entorno, pero sí puede mirarlas y reconocerlas dentro de sí, ponerles rostro.
     Las falsas creencias sobre el mundo y la vida influyen en los estados de ánimo, en la elección de nuestros objetivos y en las esperanzas de alcanzarlos. El individuo puede actuar sobre estos factores, internos y externos, simplemente a través de su propia racionalidad y, sobre todo, partiendo de una tolerancia y amor a sí mismo, lo que constituye el sentido de la verdadera humildad. Por ejemplo, una de las causas del aburrimiento es que nuestras facultades no estén plenamente ocupadas o aprovechadas. Malamente lo estarán si no las conocemos, y a menudo no las conocemos porque no son las que nos plantea como deseables o exitosas nuestra sociedad. Lo bueno es que, sea cual sea tu pasado, si aprendes a conocerte sin juzgarte (narcisista, megalómano, pecador, pesimista...) puedes abrirte al mundo y a la felicidad: creer en ella es empezar a alcanzarla. Lo que hace falta es tener entusiasmo por la vida.
     En eso es en lo que consiste la verdadera felicidad: en tener entusiasmo por la vida. Explica muy bien la diferencia con ese sucedáneo de felicidad que es la huída, las alternativas para escapar de la realidad. La felicidad del ignorante, del que se aliena huyendo del dolor y cree que, por no sentir dolor, siente alegría, cuando nada real siente quien huye de sí mismo.
     También ofrece una segunda parte donde analiza las causas de la felicidad. La felicidad humana tiene muchas perspectivas; cerrarse a un solo camino es un error, para uno mismo y para los demás (cuidado con los que confunden la búsqueda de la felicidad con la mera ambición: hacen desgraciados a otros y no llegan a ser felices ellos mismos).



     El libro ofrece una perspectiva histórica del desarrollo humano y las causas de sus tendencias y creencias psicológicas, y hasta perspectivas biológicas... Todo con un tono descriptivo, adherido a la vida y desprovisto de prejuicios morales y sociales.
     Voy a dejaros con una pequeña perla que no es, ni mucho menos, un resumen del libro. Sencillo y cercano, incluye sin embargo estas notas de genialidad suprema, como sólo un verdadero filósofo puede alcanzar, desde la humildad y el respeto a la vida, a nuestra pequeñez y a nuestra dignidad. Fijáos que sutil análisis hace de un pecado considerado a menudo el más dañino e injustificable de todos: la envidia.
 

...Hemos alcanzado un estadio en la evolución que no es el estadio final. Debemos pasar por él deprisa, porque si no, muchos perecerán en el camino, y el resto se perderá en un bosque de dudas y miedo. Por ello la envidia, maligna como es, y malignos como son sus efectos, no es sólo fruto de la malignidad. En parte es la expresión de un sufrimiento heroico, el sufrimiento de los que caminan ciegos en la noche, quizá hacia un lugar de descanso mejor, quizá sólo hacia la muerte y la destrucción. Para encontrar la salida correcta de esta desesperación, el hombre civilizado debe agrandar su corazón como ha agrandado su mente. Debe aprender a trascenderse a sí mismo, y al hacerlo, alcanzar la libertad del Universo.


domingo, 23 de septiembre de 2012

Biblioteca alternativa de autoayuda, introducción

UNA ALTERNATIVA A LAS BIBLIOTECAS DE AUTOAYUDA


    Inauguro esta nueva sección haciendo una breve declaración de lo que el lector podrá encontrar en ella.
     La proliferación de libros de autoayuda, que ofrecen recetas más o menos fáciles de felicidad, es un fenómeno de nuestros días que me recuerda el surgimiento de las llamadas escuelas morales del Helenismo. No digo ni mucho menos que la literatura al respecto me parezca similar en calidad, aunque obviamente lo que nosotros conservamos y estudiamos es lo que nos parece, con la perspectiva del tiempo, de mayor influencia. Dudo si hay algo suficientemente digno en la actual oferta como para crear escuela o pasar a la posteridad.
     Lo que me hace asociarlas es que se trata de una época de inseguridad (aquélla como ésta nuestra), de convulsiones, de bamboleo de valores así como de ausencia de protección estatal, propia de los choques de culturas y las crisis económicas y políticas. Esto provoca que el individuo se sienta desprotegido, que se sienta inseguro ante su estabilidad, su futuro, sus pautas de acción y hasta sus propios principios éticos.
     Quizá por cuestiones de mi propia personalidad, a mí me ayudan más libros que no parten de supuestos axiomas, por consolador paisaje que nos ofrezcan. Prefiero una literatura analítica y abierta a posibilidades interpretativas, centrada en problemas y sentimientos reales, en análisis serios de la naturaleza del hombre y de su pensamiento, y no en supuestas quimeras sobre la potencialidad de la mente o nuestro origen ultracósmico, cosas que quedan muy por demostrar.
      ¿Qué cabe decir de ese discurso privado, necesario para trazarnos una imagen del mundo que nos permita movernos en él hacia la felicidad? ¿Qué es ser feliz? ¿Cómo puedo tener una buena imagen de mí mismo y a la vez saber lo que necesito hacer para triunfar en la vida, en mi vida? ¿Son la fama, el poder, el dinero, las claves de la felicidad? ¿Lo es la tranquilidad de conciencia, la libertad de pensamiento, el libre ejercicio de mi voluntad? Cada sociedad genera sus propios valores, y nos adaptamos a ellos, porque se infiltran en nuestros poros y porque necesitamos la aceptación del grupo y de nosotros mismos. Los conceptos mencionados anteriormente parecen tener alguna relación con la felicidad, o así lo hemos aprendido pasivamente. Pero, ¿qué ocurre si no alcanzo alguno de ellos, o si alcanzándolos no me siento feliz? Poder dar claridad a estas cuestiones es a lo que me refiero con la necesidad de ese discurso privado. Es obvio que mucha gente no es, o no se siente plenamente feliz, por la cantidad de manuales de autoayuda que se venden. De ahí que me haya planteado proponer otro enfoque de la cuestión.   
      Creo firmemente en la necesidad de crearse un discurso privado -un esquema de valores, una concepción de la realidad- que se asiente en la razón y en la realidad. Y creo que el estudio de la Ética, como disciplina filosófica, se está convirtiendo en una necesidad aclamante para una población mundial convulsa por choques de credos fanáticos, tanto políticos como religiosos, ante los que no sabemos si debemos reaccionar con "tolerancia", "contundencia", o en qué casos cada cosa. Creo que, en los países donde supuestamente hay aún libertad de pensamiento, o donde al menos ésta se concibe como un valor, se ha generado ya más que un relativismo, un miedo moral. Un miedo a afirmarse en la búsqueda de lo justo o lo bueno como valores objetivos, un miedo a ser tachado de cualquier cosa. Una mirada analítica a la vida, a los fundamentos de nuestros credos y argumentos (casi siempre prefabricados) es la única esperanza que tiene el hombre de alcanzar paz de espíritu y, por ende, felicidad.
     Nuestra época tiene, además, a mi parecer, una peculiaridad específica frente a este titubeo del discurso privado, y es el titubeo del discurso ético público.
     Junto a la inseguridad del individuo en su propio quehacer vital y en la defensa de su vida y su dignidad está la indefensión que sentimos como pueblo frente a la manipulación de los discursos éticos. La ausencia de una reflexión racional sobre nuestros sentimientos morales hace que ese discurso ético sea manipulado constantemente por los intereses de los poderosos. Ante el estallido de nuevas guerras, los países se posicionan con discursos sobre valores como la defensa de los derechos de los civiles frente al derecho al autogobierno y la no-intervención, el concepto de "pueblo" se manipula enfrentándolo en su concepto al de los tiranos que los gobiernan o, al contrario, al de los intereses de los países extranjeros que pretenden intervenirlos... Y aún funcionan de hecho -si no de convicción-, pese a que todos sabemos que detrás de esas posturas hay otro tipo de intereses.
     No sólo la felicidad personal, sino el camino hacia una sociedad justa, dependen de una capacidad de generar discursos que respondan a la realidad de la vida. Sé que es una utopía pretender alcanzar una humanidad entera culta, racional y ética, pero siempre hay que marcar el camino hacia ese horizonte.

    No pretendo hacer un acopio de clásicos de la Ética, ni siquiera de las éticas eudemonistas (sobre la felicidad) en exclusiva. Prefiero ir comentando algunos libros que recurren a lo que me parece primordial para no dejarnos engañar, ni por los demás ni por nosotros mismos. La selección sería totalmente personal, sin esperar responder a ningún rigor recopilatorio. En fin, lo que me vaya encontrando o lo que vaya recordando. Y la primera recomendación será sobre el libro que me inspiró esta sección.
 
 
 
 

domingo, 9 de septiembre de 2012

Libertad, obediencia y racionalidad.



         Una actitud de obediencia, cuando es exigida a los subordinados, es enemiga de la inteligencia. En una comunidad en que los hombres tienen que aceptar, al menos cara al exterior, alguna doctrina absurda, los mejores hombres necesariamente se vuelven o idiotas o subversivos. En consecuencia, habrá un descenso del nivel intelectual que, en no mucho tiempo, repercutirá en el desarrollo tecnológico. Esto es especialmente cierto cuando el credo oficial es tal que pocos hombres inteligentes puedan aceptar honestamente.


Bertrand Russell: "Los credos como fuentes de poder", en Poder.