IMÁGENES DEL UNIVERSO
(Imágenes tomadas por el Hubble de nebulosas, cúmulos de estrellas en eclosión...)
La imagen que nos solemos hacer cuando pensamos en el universo es un inmenso espacio negro salpicado de luces blancas, agrupadas o no de diversas formas. ¿No resultan sorprendentes estos paisajes del más allá (nunca mejor dicho)? ¿Qué os sugieren? Cuando las vi por primera vez, no pude evitar pensar en... los dioses. No descarto una unidad primigenia, pero lo que aquí se muestra es un verdadero multiverso. Presencias inmensas, imponentes, magníficas, cargadas de fuerza y belleza, abrumadoras e inaccesibles para el ser humano.
Sabemos que los colores son impresiones de las partículas lumínicas en nuestra retina, que después son procesadas por el cerebro. Son, por tanto, subjetivos; o al menos, como tenemos una naturaleza humana común, son intersubjetivos: los percibimos -creemos- del mismo modo. Pero, ¿acaso eso le quita realidad? Estas imágenes son formas en que el universo se nos aparece; muestran un universo-para-el-hombre. Seguramente nos sería imposible contemplarlas al natural, se nos muestran a través de ingenios tecnológicos que, a modo de oráculos, median entre los esquemas perceptivos de nuestra naturaleza y esa realidad que cada vez se nos muestra más inmensa, más inabarcable.
El origen de los dioses (quizá también intersubjetivo) está en cielo. Son personificaciones de las fuerzas que rigen el mundo en que vivimos; las que imprime el cielo sobre nuestras cabezas y las fuerzas desatadas que emanan de la tierra (al fin y al cabo, un planeta más en este universo).
Con imaginación, desde luego, pero decidme si no parece una narración ilustrada de la Teogonía: desde la formación de Urano, el nacimiento de los titanes, Cronos elevándose altivo, la lucha de titanes y la formación del cosmos que implica la aparición de los crónidas, con Zeus a la cabeza. Os dejo con estas visiones de fuerzas uránicas, de explosiones titánicas, de tensiones y furias quizá como las que precedieron, en el principio de nuestros tiempos, a la formación de ese punto de cosmos que constituye nuestro Olimpo.
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