I
...El límite de la lógica empero queda determinado con entera exactitud cuando se dice que es una ciencia que no expone al detalle y demuestra estrictamente más que las reglas formales de todo pensar (sea este a priori o empírico), tenga el origen o el objeto que quiera, encuentre en nuestro ánimo obstáculos contingentes o naturales).
Si la lógica ha tenido tan buen éxito, debe esta ventaja sólo a su carácter limitado, que la autoriza y hasta la obliga a hacer abstracción de todos los objetos del conocimiento y su diferencia. En ella, por tanto, el entendimiento no tiene que habérselas más que consigo mismo y su forma. Mucho más difícil tenía que ser, naturalmente, pra la razón, el emprender el camino seguro de la ciencia, habiendo de ocuparse no sólo de sí misma sino de objetos.. Por eso la lógica, como propedéutica, constituye sólo por decirlo así el vestíbulo de las ciencias y (,) cuando se habla de conocimientos, se supone ciertamente una lógica para el juicio de los mismos, pero su adquisición ha de buscarse en las propias y objetivamente llamadas ciencias.
II.
La matemática y la ciencia son los dos conocimientos teóricos de larazón que deben determinar sus objetos a priori; la primera con entera ureza, la segunda con pureza al menos parcial, pero entonces según la medida de otras fuentes cognoscitivas que las de la razón.
La matemática ha marchado por el camino seguro de una ciencia, desde los tiempos más remotos que alcanza la historia de la razón humana, en el admirable pueblo griego. Mas no hay que pensar que le haya sido tan fácil como a la lógica, en donde la razón no tiene que habérselas más que consigo misma, encontrar o mejor dicho abrirse ese camino real; más bien creo que ha permanecido durante largo tiempo en meros tanteos (sobre todo entre los egipcios) y que ese camino es de atribuir a una revolución, que la feliz ocurrencia de un solo hombre llevó a cabo, en un ensayo, a partir del cual, el carril qeu había de tomarse ya no podía fallar y la marcha segura de una ciencia quedaba para todo tiempo y en infinita lejanía, emprendida y señalada.
III.
La física tardó mucho más tiempo en encontrar el camino de la ciencia; pues no hace más que siglo y medio que la propuesta del juicioso Bacon de Verulam ocasionó en parte -o quizá más bien dio vida, pues ya se andaba tras él- el descubrimiento , que puede igualmente explicarse por una rápida revolución antecedente en el pensamiento- Voy a ocuparme aquí de la física sólo en cuanto se funda sobre principios empíricos.
Cuando Galileo hizo rodar por el plano inclinado las bolas cuyo peso había él mismo determinado; cuando Torricelli hizo soportar al aire un peso que de antemano había pensado igual al de una determinada columna de agua; cuando más tarde Stahl transformó metales en cal y ésta a su vez en metal, sustrayéndoles y devolviéndoles algo, enotnces percibieron todos los físicos una luz nueva. Comprendieron que la razón no conoce más que lo que ella misma produce segú nsu bosquejo; que debe adelantarse con pricnipios de sus juicios, según leyes constantes, y obligar a la naturaleza a contestar a sus pregunas, no empero dejarse conducir como con andadores;
IV
La metafísica, conocimiento especulativo de la razón, enteramente aislado, que se alza por encima de las enseñanzas de la experiencia, mediante meros conceptos (no como la matemática, mediante aplicación de los mismos a la intuición), y en donde por tanto la razón debe ser su propio discípulo, no ha tenido hasta ahora la fortuna de emprender la marcha segura de una ciencia; a pesar que ser más vieja que todas las demás y a pesar de que subsistiría aunque todas las demás tuvieran que desaparecer enteramente, sumidas en el abismo de una barbarie destructora. Pues en ella tropieza la razón continuamente, incluso cuando quiere conocer a priori (según pretende) aqeullas leyes que la experiencia más ordinaria confirma. En ella hay que desacer mil veces el camino, proque se encuentra que no conduce a donde se queire; y en lo que se refiere a la unanimidad de sus partidarios, tan lejos está aún de ella, que más bien es un terreno que parece propiamente destinado a que ellos ejerciten sus fuerzas en un torneo, en donde ningún campeón ha podido nunca hacer la más mínima conquista y fundar sobre su victira una duradera posición.
V
Lo que nos impulsa a ir necesariamente más allá de los límites de la experiencia y de todos los fenómenos es lo incondicionado, que necesariamente y con pleno derecho pide la razón, en las cosas en sí mismas, para todo lo condicionado, exigiendo así la serie completa de als condiciones. Ahora bien, ¿encuéntrase que, si admitimos que nuestro conocimiento de experiencia se rige por los objetos como cosas en sí mismas, lo incondicionado no puede ser pensado sin contradicción; y que, en cambio, desaparece la contradicción, si admitimos que nuestra representación de las cosas, como ellas nos son dadas, no se rige por ellas como cosas en sí mismas, sino que más bien estos efectos, como fenómenos, se rigen por nuestro modo de represetnación? ¿Encuéntrase, por consiguiente, que lo incondicionado ha de hallarse no en las cosas en cuanto las conocemos (nos son dadas), pero sí en ellas en cuanto no las conocemos, o sea, como cosas en sí mismas?
VI
Pero si la crítica no ha errado, enseñando a tomar el objeto en dos significaciones, a saber, como fenómeno y como cosa en sí misam; si la deducción de sus conceptos del entendimiento es exacta y por tanto el principio de la causalidad se refiere sólo a las cosas tomadas en el primer sentido, es decir, a objetos de la experiencia, sin que estas cosas en su segunda significación le estén sometidsas; entonces una y la misma voluntad es pensada, en el fenómeno (las acciones visibles) como necesariamente conforme a la ley de la naturaleza y en este sentido como no libre, y, sin embargo, por otra parte, en cuanto pertenece a una cosa en sí misma, como no soemtida a esa ley y por tanto como libre, sin que aquí se cometa contradicción.
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