martes, 14 de febrero de 2012

Tenemos que hacer algo

Foto tomada del Daily Telegraph
"Sé que no está bien, pero estamos cabreados y tenemos que hacer algo".

     No sé si transcribo del todo literalmente, pero ésta fue la respuesta que dio una mujer en un telediario, interrogada en una de las últimas revueltas en Grecia. Curiosamente, hablábamos en casa de la polaridad de los partidos políticos, que no hacen nada ni sirven para nada más que para representar el poder que sentimos que nos oprime (los unos y los otros). Yo sostenía que hay que canalizar la opinión pública, y mi hermana me objetó: "mira lo que pasó en la Revolución Francesa". Sí, había una canalización intelectual (los ilustrados), que defendían además precisamente el uso de la razón, como si la diosa Razón fuera el gran instrumento que acabaría con las guerras religiosas e ideológicas, y con las injusticias sociales. "Y acabaron cortando cabezas".
     ¿Debemos pensar que la razón, el diálogo y la reflexión racional, no son la solución? Si es la razón lo único que iguala y libera a los hombres, lo único que tenemos en común para interactuar, ¿por qué se acaba siempre cortando cabezas?
     Se canalizó la denuncia, pero no la respuesta.
     No somos sólo razón. Ni siquiera principalmente. La razón es algo que tenemos. Somos racionales, sí. Pero también somos emocionales; más profunda y sustancialmente que racionales.
     La razón es un instrumento, no un fin. Los conflictos humanos, las luchas de clases, son fruto de un contraste y a veces de un choque de fines.
     Racionalmente somos iguales; emocionalmente somos distintos. No demasiado: todos somos capaces de sentir amor, ira, miedo, deseo... Los sentimientos humanos poseen una naturaleza común. Pero si el teorema de Pitágoras es el mismo para todos, para cualquier mente y en cualquier civilización, el modo en que sentimos esas pasiones no es igual, ni el modo en que predominan en cada uno.
     Fines, emociones y razón. ¿Cómo podemos canalizar este triángulo? Los fines del poder (de todos) se oponen; los sentimientos nos acercan; la razón nos une. Pero los primeros son el motor de acción, los segundos quizá son el vehículo a mover, y la tercera un instrumento para poder llevar a cabo ese movimiento.
     Los fines de los poderosos se enfrentan a los fines de los oprimidos. Pero ¿Quiénes son los poderosos? ¿Son acaso una raza aparte que hay que destruir, como si fueran alienígenas que han venido a invadirnos? Al poder, desde que nacemos, aspiramos todos. Queremos poder ganar la atención de nuestros padres, conseguir que atiendan nuestras necesidades, que me den ese juguete, que me atiendan a mí en la oficina, en el médico, que me den el puesto de trabajo... Queremos poder conquistar a quien nos gusta, queremos ser reconocidos y ser amados. Todos queremos algo de los demás. Es el instinto de supervivencia. Pero la vida nos dota de recursos con mucha desigualdad. Nuestra propia personalidad, nuestra cultura y nuestras circunstancias nos dotan o nos desarman de poder, y a veces nos dejan inermes ante otros.
     La cuestión es: ¿Por qué los fines de algunos son perversos para otros? ¿Por qué hay gente que se complace en dominar a otros, si sus necesidades están ya cubiertas? ¿Por qué emborracha tanto el poder? En nuestra balanza interior, valores e intereses se oponen, y según el lado de que caiga la balanza actuaremos de un modo u otro, con el poder que tengamos. Y ciertos grados de poder parece que anulan el platillo de los valores. Lo triste es que, en ese poder, se pierde uno a sí mismo.
     La historia está plagada de revoluciones que cambian el orden social, pero vuelve a haber opresores y oprimidos. La injusticia genera ira, y la ira hace que se reaccione con violencia, porque hay que liberarse de ese sentimiento y no tenemos, como pueblo, otros recursos. "La ira de los justos", podríamos llamarla. Pero los sentimientos hay que canalizarlos bien. No podemos ponernos todos de acuerdo en los fines, pero los que tenemos fines comunes, que sean justos, debemos ceder nuestros intereses mezquinos en pro de ese interés común. Y entre los intereses mezquinos se esconden romanticismos, quijotismos, fruto de esa necesidad de generar símbolos que representen causas. Las ideologías cristalizan porque el ser humano es simbólico, y nos aferramos a nuestros símbolos como a fetiches. Sentirnos héroes, superiores mentalmente a los demás, también contribuye a esclerotizar los fines reales y justos. Y se generan nuevos espejismos y nuevas formas de dominio.
     Hay que hacer algo. Estoy convencida de ello, porque no podemos seguir indignándonos en silencio ante los abusos, la pérdida de derechos, el sufrimiento propio y ajeno, sabiendo que quienes los sufren no son quienes generaron las causas de lo que ahora ocurre. Pero saber qué hay que hacer, qué es lo justo, es difícil.
     No sé qué tenemos que hacer. Pero quizá nuestra época pueda ser la época en que se evolucionó hacia un nuevo paso en el método de la revolución. Las teorías contractualistas, el liberalismo, los ideales ilustrados, o más tarde los movimientos socialistas (utópicos y no utópicos, no contemos sólo el marxismo) supusieron un paso en cuanto a que canalizaron la denuncia; la denuncia de un poder despótico, de una sociedad estamental o de la deshumanización de una nueva clase social. Pero la respuesta siempre ha sido la misma: despertar la conciencia de que tenemos unos derechos que están siendo pisoteados genera ira; pero no sabemos canalizarla. Por eso aguantamos tanto, y por eso explotamos mal y siempre igual.
     Yo no sé cómo hacerlo. Pero quizá alguien, o entre todos, aprendamos a canalizar las respuestas. Es obvio que hay que comprender primero el qué; pero también es necesario, después, dominar el cómo. Creo que aquí debería estar la clave de una nueva ideología; sin contenidos, sin dogmas. Enfocada a conocer cómo se debe llevar a cabo la acción.

lunes, 13 de febrero de 2012


COMENTARIO DEL DOCUMENTAL:
DE LA SERVIDUMBRE MODERNA
 -Jean Francois Brient
SINOPSIS 
De la servidumbre moderna (2009) es un documental de Jean-François Brient sobre el sistema totalitario mercantil en el que nos encontramos sometidos. La película disipa los engranajes y funcionamiento de la democracia liberal, que es el modelo dominante del mundo occidental y que no tiene nada que envidiar a los sistemas totalitarios que parecen criticar... Una pequeña lección, pero con olor a verdad y realismo. Este pequeño documental, 52 minutos, fue realizado sin ninguna preocupación por la propiedad intelectual y derechos de autor, es totalmente gratuito y de uso libre
El objetivo central de esta película es poner al día la condición del esclavo moderno en el marco del sistema totalitario mercantil y dar a conocer las formas de mistificación que ocultan esta condición servil. Fue concebida bajo la única intención de atacar de frente la organización dominante del mundo.
Al igual que los esclavos en la antigüedad, los siervos de la Edad Media y los obreros de las primeras revoluciones industriales, nos vemos hoy en día frente a una servidumbre moderna voluntaria y consentida. Este documental es un llamamiento a la concienciación sobre el mundo hacia el que nos dirigimos, para que seamos conscientes de las consecuencias de nuestro consumo frenético de recursos.
(Sinopsis extraida de su difusión en internet)
     He encontrado un documental que me parece interesante en su planteamiento y tiene citas muy acertadas. Debo decir que no conozco al autor y no encuentro referencias sobre él, por lo que lo que interpreto lo hago desde la mera visión rápida de la película (incluyo el documental al final).
     El hecho de que me llamara la atención se debe a la inquietud que la crisis y el intento de revisión de valores que están proliferando en nuestra sociedad. Parece que se quiere hacer algo, y están brotando intentos intelectuales e ideológicos para cambiar las cosas. Pero no sé si no se está haciendo desde los viejos clichés subversivos solamente. Creo que una revisión más profunda de todas las aportaciones al pensamiento político podría ayudar a la creación de nuevas perspectivas, que supongan una evolución, y no se queden ancladas en el pensamiento del pasado.
     El punto de vista me llama la atención y comparto su intención de despertar conciencias; otras críticas me parece que se salen de lo que realmente se puede denunciar: sobre el poder, la propiedad o la libertad. Veamos algunas.
     "El poder no hay que conquisarlo, hay que destruirlo", dice. Esto en sí, dicho de forma tan general, me parece ingenuo: hay que desvelar las ideologías tal y como se entienden en sentido marxista
 (sobre el sentido de ideología en Marx, ver  en este blog  "Marx II: introducción" http://cadenasverticales.blogspot.com/2011/03/marx-ii-introduccion.html, "Marx por problemas"   http://cadenasverticales.blogspot.com/2011/03/marx-por-problemas.html  e "Historia y filosofía de la política"   http://cadenasverticales.blogspot.com/2011/05/historia-y-filosofia-de-la-politica.html  ).
    Mi opinión es que hay que destruir las "doxopatologías" (término que tomo de Emilio Lledó: significaría algo así como "enfermedades de la opinión o de las creencias"); pero el poder en sí mismo es algo que va en nuestra propia naturaleza animal. Esa frase, mal entendida, podría desembocar en defensa de totalitarismos: la filosofía de Marx respecto a la naturaleza y poder de las ideologías me parece acertadísima y de una necesidad práctica de comprensión necesaria para cualquier sociedad; pero no olvidemos que su interpretación y uso violento desembocó en algunos casos en otras formas de totalitarismos y de pensamientos ideológicos monolíticos y unidireccionales, que pueden anular la libertad individual, la evolución de las culturas y la creatividad (lo que, en realidad, se supone que hace cualquier ideología cuando se solidifica).
     El tono del mensaje es claramente marxista pero tiene también algo rousseauniano; el romanticismo rousseauniano tiene algunas aportaciones muy hermosas, pero su conclusión política también desembocó en una declaración de la necesidad de anular la libertad individual, quizá por una mala gestión de lo que pueda ser o significar la "voluntad general", que yo quiero interpretar o traducir aquí, para analizar nuestra sociedad, como "conciencia pública".
     Es cierto que la lucha contra la opresión del poder se disfraza, desde éste, como atentados contra el orden establecido, ya sea llamándolo acciones subversivas, terroristas o lo que sea, y que se mantiene en la clandestinidad. Pero no hay una clara propuesta de acción, y esa carencia de propuesta, junto con la actitud de rebelión que se insinúa con imágenes, parece violenta, y no es la respuesta por dos motivos:
     El primero es que tiende a hablar de la subversión y la violencia sólo desde el punto de vista de "fuerzas del bien luchando desde la oscuridad", y puede caer en una utilización del mensaje como apología de algún tipo de movimiento violento y actitudes fanáticas de iluminados que se autoproclamen salvadores de la humanidad. La dialéctica marxista, si nos olvidamos del individuo en pro de la lucha de clases, resulta maniquea. Para evitar esa posible malversación, haría falta completar el mensaje con una clara y rotunda educación en que el fin no justifica los medios: un medio perverso nunca generará un fin puramente bueno.
     Hay que aceptarlo: cualquier ideología, cuando nace, puede servir para despertar conciencias respecto a la anterior, pero siempre acaba cristalizando, en manos de algunos, en algo disecado que se convierte en otra ideología paralizante que también habría que destruir.
     El segundo motivo por el que ese final me parece peligroso es que, no teniendo en cuenta lo anterior, no propone las actitudes que realmente liberan la conciencia humana y respetan la libertad del individuo: la previa definición o acotamiento de cuándo y cómo se puede usar la libertad individual y la voluntad general (que en su concepto mismo es el que utilizan desde el poder, así que cuidado con las ideologías que se pretenden imponer y que implican mirar mal al que cuestiona cualquiera de sus puntos).
     Para aplicar bien el mensaje y contrarrestar sus posibles interpretaciones recomiendo textos concretos de dos autores: el primero es Kant, cuyo fragmento de Una respuesta a la pregunta ¿qué es la Ilustración? comenté en este mismo blog en el artículo "Sobre las críticas a los indignados"( http://cadenasverticales.blogspot.com/2011/06/sobre-las-criticas-los-indignados.html); y el segundo es Aristóteles, que citaré más abajo.
     Mi propuesta es: educar para pertenecerse a uno mismo, en el sentido de ser siempre dueños de nuestra conciencia y desarrollarnos desde la autonomía racional. Para ello es preciso ser conscientes de nuestras esferas privada y púbica: en lo privado, desarrollar la razón crítica como medio de apertura al mundo. En la esfera pública: comprender qué es la opinión pública y cómo se forma  en nuestra sociedad (los instrumentos con que las opiniones se hacen públicas, en el sentido de que es "de lo que se habla" o el conjunto de interpretaciones hechas, en sentidos opuestos, sobre eso de lo que se habla -me refiero al "a favor" y "en contra de" eso de lo que se habla). Para entender lo que es la opinión pública (que no es lo mismo que opinión común) hay que observar los nuevos medios con que se forma en nuestra sociedad: ya no son sólo los MCM, sino que se incluyen las redes sociales.
     En el segundo extracto que hago de la Política de Aristóteles me gustaría que se observara la similitud con la teoría de Marx del valor natural y el valor de "mercancía". Marx parte de una visión conceptual, desde mi punto de vista, paralela -y salvando las distancias contextuales e intencionales- a la de Aristóteles. Pero Marx lo utiliza para denunciar, desde ahí, la alienación del hombre, al que identifica con su capacidad de trabajo. Aristóteles, simplemente, es analítico (su intención no es la denuncia), y a esto se añade que, en su contexto, la esclavitud era algo normal, aceptado por todos como forma natural de sistema económico y político. Esa intención analítica se refleja en el segundo fragmento que extraigo de la misma obra. Para Marx, toda forma de servidumbre es alienante; para Aristóteles, algunos nacen dueños de sí mismos ("como la cabeza debe serlo del cuerpo") y otros no; pero sin embargo sí revela que la esclavitud que se da de hecho no siempre responde a la que él considera que debería: de naturaleza. De este modo, hay hombres que, siendo amos en su naturaleza (superiores mentalmente) son reducidos a esclavitud por las circunstancias (recordemos que muchos de los esclavos eran botines de guerra; otros se vendían por pobreza). No tomo partido sobre si realmente algunos hombres nacen esclavos por naturaleza; sí hago hincapié en el mensaje de Aristóteles de que lo que nos hace libres, por naturaleza, es el dominio de nuestra inteligencia y nuestra razón.
     No creo que seamos sólo razón; creo que, en esencia, somos algo más profundo. Pero sí creo que la razón (el lógos) es el único medio para dominar nuestra mente, abrirnos al mundo de forma activa y participativa, y establecer una comunicación hacia una convivencia mejor.

TEXTOS DE ARISTÓTELES
Sobre los instrumentos de la producción: inanimados y animados, y el uso instrumental del ser humano

(Planteamiento de los dos posibles enfoques: si ser amo o esclavo es algo por naturaleza o por convención)
... Se sigue de aquí que, así como las demás artes necesitan, cada cual en su esfera, de instrumentos especiales, para llevar a cabo su obra, la economía (doméstica) debe tener igualmente los suyos. Pero entre los instrumentos, hay unos que son inanimados y otros que son vivos; por ejemplo, para el patrón de una nave, el timón es un instrumento sin vida, y el marinero de proa un instrumento vivo, pues en las artes al operario, se le considera como un verdadero instrumento. (...)
      Propiedad es una palabra que es preciso entender como se entiende la palabra parte: la parte no sólo es parte de un todo, sino que pertenece de una manera absoluta a una cosa distinta que ella misma. Lo mismo sucede con la propiedad; el señor es simplemente señor del esclavo, pero no depende esencialmente de él; el esclavo, por lo contrario, no es sólo esclavo del señor, sino que depende de éste absolutamente. Esto prueba claramente lo que el esclavo es en sí y lo que puede ser. El que por una ley natural no se pertenece a sí mismo, sino que, no obstante ser hombre, pertenece a otro, es naturalmente esclavo. Es hombre de otro el que en tanto que hombre se convierte en una propiedad, y como propiedad es un instrumento de uso y completamente individual.
Aristóteles, Política, libro 1 cap. 3

Sobre los dos usos de la propiedad y el origen de la propiedad privada en el Estado

      Toda propiedad tiene dos usos que le pertenecen esencialmente, aunque no de la misma manera: el uno es especial a la cosa, el otro no lo es. Un zapato puede a la vez servir para calzar el pie o para verificar un cambio. Por lo menos puede hacerse de él este doble uso. El que cambia un zapato por dinero o por alimentos, con otro que tiene necesidad de él, emplea bien este zapato en tanto que tal, pero no según su propio uso, porque no había sido hecho para el cambio. Otro tanto diré de todas las demás propiedades; pues el cambio, efectivamente, puede aplicarse a todas, puesto que ha nacido primitivamente entre los hombres de la abundancia en un punto y de la escasez en otro de las cosas necesarias para la vida. Es demasiado claro que en este sentido la venta no forma en manera alguna parte de la adquisición natural. En su origen, el cambio no se extendía más allá de las primeras necesidades, y es ciertamente inútil en la primera asociación, la de la familia. Para que nazca es preciso que el círculo de la asociación sea más extenso. En el seno de la familia todo era común; separados algunos miembros, se crearon nuevas sociedades para fines no menos numerosos, pero diferentes que los de las primeras, y esto debió necesariamente dar origen al cambio. (...)
     Este género de cambio es perfectamente natural, y no es, a decir verdad, un modo de adquisición, puesto que no tiene otro objeto que proveer a la satisfacción de nuestras necesidades naturales. Sin embargo, aquí es donde puede encontrarse lógicamente el origen de la riqueza. A medida que estas relaciones de auxilios mutuos se transformaron, desenvolviéndose mediante la importación de los objetos de que se carecía y la exportación de aquellos que abundaban, la necesidad introdujo el uso de la moneda, porque las cosas indispensables a la vida son naturalmente difíciles de transportar.
     Se convino en dar y recibir en los cambios una materia que, además de ser útil por sí misma, fuese fácilmente manejable en los usos habituales de la vida; y así se tomaron el hierro, por ejemplo, la plata, u otra sustancia análoga, cuya dimensión y cuyo peso se fijaron desde luego, y después, para evitar la molestia de continuas rectificaciones, se las marcó con un sello particular, que es el signo de su valor. Con la moneda, originada por los primeros cambios indispensables, nació igualmente la venta, otra forma de adquisición excesivamente sencilla en el origen, pero perfeccionada bien pronto por la experiencia, que reveló cómo la circulación de los objetos podía ser origen y fuente de ganancias considerables. He aquí cómo, al parecer, la ciencia de adquirir tiene principalmente por objeto el dinero, y cómo su fin principal es el de descubrir los medios de multiplicar los bienes, porque ella debe crear la riqueza y la opulencia. Esta es la causa de que se suponga muchas veces que la opulencia consiste en la abundancia de dinero, como que sobre el dinero giran las adquisiciones y las ventas; y, sin embargo, este dinero no es en sí mismo más que una cosa absolutamente vana, no teniendo otro valor que el que le da la ley, no la naturaleza, puesto que una modificación en las convenciones que tienen lugar entre los que se sirven de él, puede disminuir completamente su estimación y hacerle del todo incapaz para satisfacer ninguna de nuestras necesidades. En efecto, ¿no puede suceder que un hombre, a pesar de todo su dinero, carezca de los objetos de primera necesidad?, y ¿no es una riqueza ridícula aquella cuya abundancia no impide que el que la posee se muera de hambre? Es como el Midas de la mitología, que, llevado de su codicia desenfrenada, hizo convertir en oro todos los manjares de su mesa.
      Así que con mucha razón los hombres sensatos se preguntan si la opulencia y el origen de la riqueza están en otra parte, y ciertamente la riqueza y la adquisición naturales, objeto de la economía (doméstica), son una cosa muy distinta. El comercio produce bienes, no de una manera absoluta, sino mediante la conducción aquí y allá de objetos que son precisos por sí mismos. El dinero es el que parece preocupar al comercio, porque el dinero es el elemento y el fin de sus cambios; y la fortuna que nace de esta nueva rama de adquisición parece no tener realmente ningún límite. (...) Lejos de esto, la adquisición comercial no tiene por fin el objeto que se propone, puesto que su fin es precisamente una opulencia y una riqueza indefinidas. Pero si el arte de esta riqueza no tiene límites, la ciencia doméstica los tiene, porque su objeto es muy diferente. Y así podría creerse, a primera vista, que toda riqueza, sin excepción, tiene necesariamente límites. Pero ahí están los hechos para probarnos lo contrario: todos los negociantes ven acrecentarse su dinero sin traba ni término.
      Estas dos especies de adquisición tan diferentes emplean el mismo capital a que ambas aspiran, aunque con miras muy distintas, pues que la una tiene por objeto el acrecentamiento indefinido del dinero y la otra otro muy diverso. Esta semejanza ha hecho creer a muchos que la ciencia doméstica tiene igualmente la misma extensión, y están firmemente persuadidos de que es preciso a todo trance conservar o aumentar hasta el infinito la suma de dinero que se posee. Para llegar a conseguirlo, es preciso preocuparse únicamente del cuidado de vivir, sin curarse de vivir como se debe. No teniendo límites el deseo de la vida, se ve uno directamente arrastrado a desear, para satisfacerle, medios que no tiene. Los mismos que se proponen vivir moderadamente, corren también en busca de goces corporales, y como la propiedad parece asegurar estos goces, todo el cuidado de los hombres se dirige a amontonar bienes, de donde nace esta segunda rama de adquisición de que hablo. Teniendo el placer necesidad absoluta de una excesiva abundancia, se buscan todos los medios que pueden procurarla. Cuando no se pueden conseguir éstos con adquisiciones naturales, se acude a otras, y aplica uno sus facultades a usos a que no estaban destinadas por la naturaleza. Y así, el agenciar dinero no es el objeto del valor, que sólo debe darnos una varonil seguridad; tampoco es el objeto del arte militar ni de la medicina, que deben darnos, aquél la victoria, ésta la salud; y, sin embargo, todas estas profesiones se ven convertidas en un negocio de dinero, como si fuera éste su fin propio, y como si todo debiese tender a él.
      Esto es lo que tenía que decir sobre los diversos medios de adquirir lo superfluo; habiendo hecho ver lo que son estos medios y cómo pueden convertirse para nosotros en una necesidad real. En cuanto al arte que tiene por objeto la riqueza verdadera y necesaria, he demostrado que era completamente diferente del otro, y que no es más que la economía natural, ocupada únicamente con el cuidado de las subsistencias; arte que, lejos de ser infinito como el otro, tiene, por el contrario, límites positivos.
(...)
     El dinero sólo debía servir para el cambio, y el interés que de él se saca, le multiplica, como lo indica claramente el nombre que le da la lengua griega (...). El interés es dinero producido por el dinero mismo; y de todas las adquisiciones es esta la más contraria a la naturaleza.

Sobre la esclavitud: por naturaleza o por convención

     Es preciso ver ahora si hay hombres que sean tales por naturaleza o si no existen, y si, sea de esto lo que quiera, es justo y útil el ser esclavo, o bien si toda esclavitud es un hecho contrario a la naturaleza. La razón y los hechos pueden resolver fácilmente estas cuestiones. La autoridad y la obediencia no son sólo cosas necesarias, sino que son eminentemente útiles. Algunos seres, desde el momento en que nacen, están destinados, unos a obedecer, otros a mandar; aunque en grados muy diversos en ambos casos. La autoridad se enaltece y se mejora tanto cuanto lo hacen los seres que la ejercen o a quienes ella rige. (...)
     Por lo pronto el ser vivo se compone de un alma y de un cuerpo, hechos naturalmente aquella para mandar y éste para obedecer. (...) Este predominio del alma es evidente en el hombre perfectamente sano de espíritu y de cuerpo, único que debemos examinar aquí. En los hombres corrompidos o dispuestos a serlo, el cuerpo parece dominar a veces como soberano sobre el alma, precisamente porque su desenvolvimiento irregular es completamente contrario a la naturaleza. (...); porque evidentemente no puede negarse, que no sea natural y bueno para el cuerpo el obedecer al alma, y para la parte sensible de nuestro ser el obedecer a la razón y a la parte inteligente. La igualdad o la dislocación del poder, que se muestra entre estos diversos elementos, sería igualmente funesta para todos ellos. (...)
     Esta es también la ley general, que debe necesariamente regir entre los hombres. Cuando es uno inferior a sus semejantes, tanto como lo son el cuerpo respecto del alma y el bruto respecto del hombre, y tal es la condición de todos aquellos en quienes el empleo de las fuerzas corporales es el mejor y único partido que puede sacarse de su ser, se es esclavo por naturaleza. Estos hombres, así como los demás seres de que acabamos de hablar, no pueden hacer cosa mejor que someterse a la autoridad de un señor; porque es esclavo por naturaleza el que puede entregarse a otro; y lo que precisamente le obliga a hacerse de otro, es el no poder llegar a comprender la razón, sino cuando otro se la muestra, pero sin poseerla en sí mismo. Los demás animales no pueden ni aun comprender la razón, y obedecen ciegamente a sus impresiones. (...)
     Muchas veces sucede lo contrario, convengo en ello; y así los hay que no tienen de hombres libres más que el cuerpo, como otros sólo tienen de tales el alma. Pero lo cierto es que si los hombres fuesen siempre diferentes unos de otros por su apariencia corporal como lo son las imágenes de los dioses, se convendría unánimemente en que los menos hermosos deben ser los esclavos de los otros; y si esto es cierto, hablando del cuerpo, con más razón lo sería hablando del alma; pero es más difícil conocer la belleza del alma que la del cuerpo.
     Sea de esto lo que quiera, es evidente que los unos son naturalmente libres y los otros naturalmente esclavos; y que para estos últimos es la esclavitud tan útil como justa.
     Por lo demás, difícilmente podría negarse que la opinión contraria encierra alguna verdad. La idea de esclavitud puede entenderse de dos maneras. Puede uno ser reducido a esclavitud y permanecer en ella por la ley, siendo esta ley una convención en virtud de la que el vencido en la guerra se reconoce como propiedad del vencedor; derecho que muchos legistas consideran ilegal, y como tal le estiman muchas veces los oradores políticos, porque es horrible, según ellos, que el más fuerte, sólo porque puede emplear la violencia, haga de su víctima un súbdito y un esclavo.
Estas dos opiniones opuestas son sostenidas igualmente por hombres sabios. (...)

     Hay gentes que, preocupadas con lo que creen un derecho, y una ley tiene siempre las apariencias del derecho, suponen que la esclavitud es justa cuando resulta del hecho de la guerra. Pero se incurre en una contradicción; porque el principio de la guerra misma puede ser injusto, y jamás se llamará esclavo al que no merezca serlo (...).


Aristóteles, Política, libro 1 cap. 2


(Por razones de comodidad, la versión está tomada de internet, según la versión de Patricio de Azcárate, 1873, aunque en alguna ocasión he cambiado el término "ciencia" doméstica por el de "economía", que me parecía más adecuado para reflejar de qué habla Aristóteles; pongo "doméstica entre paréntesis porque la palabra economía, en griego, significa reglas o normas de gestionar la hacienda familiar: oikós significa casa). Los subrayados son míos.

De la Servidumbre Moderna - Jean Francois Brient from Teotl Nahualli on Vimeo.

Cortiblog 30: el filosofador en el mercado

Más migajas de humor filosófico.

EL FILOSOFADOR EN EL MERCADO


http://www.rtve.es/alacarta/videos/la-hora-de-jose-mota/hora-jose-mota-filosofador-mercado/731978/