FICHA TÉCNICA
EE.UU., 2005.
Director: George Clooney
EE.UU., 2005.
Director: George Clooney
Guión: George Clooney & Grant Heslov
Reparto: David Strathairn, Robert John Burke, George Clooney, Robert Downey Jr., Tate Donovan, Frank Langella, Jeff Daniels, Ray Wise, Reed Diamond, Tom McCarthy.
ARGUMENTO
La película se desarrolla durante los primeros tiempos del periodismo televisivo en EE.UU, en la década de los 50. Narra el enfrentamiento real entre Edward R. Murrow, presentador de un programa de noticias en la CBS, y el senador Joseph McCarthy y el Comité de Actividades Antiamericanas.
En la época en que aparece y comienza a cobrar relevancia el periodismo televisivo, el periodista de la CBS Edward R. Murrow y su equipo -con su productor Fred Friendly a la cabeza y Joe Wershba en la sala de redacción de la CBS- investigan las actuaciones del senador McCarthy con respecto a las acusaciones y condenas que se están efectuando en esa cruzada contra los comunistas que se conoció como la “caza de brujas”. Para ello se enfrentarán no sólo a la animadversión y posibles venganzas de los colaboradores del senador, sino también a los dueños de la cadena, patrocinadores y demás personas cuyos intereses se ven de un modo u otro involucrados.
Las amenazas se cumplen y, junto a otros, el propio presentador es acusado de comunista, lo cual despierta una enorme indignación pública. Pero finalmente, y gracias al firme posicionamiento de E. R. Murrow, el propio McCarthy es definitivamente desenmascarado por sus abusos de poder, sus coacciones y sus manipulaciones, y por tanto desposeído de su cargo (algo por todos sabido, pero que no aparece como final de la película).
COMENTARIO
La libertad del individuo y su relación con el poder estatal es uno de los temas de mayor trascendencia política, filosófica y social, que cobra una especial relevancia en la configuración del Estado moderno. Especialmente, desde la Revolución Industrial, con sus antecedentes y consecuencias ideológicos −el liberalismo por un lado y las distintas formas de socialismos por otro−, el tema de la libertad ha oscilado entre esas dos consideraciones: el concepto de ciudadano libre y los derechos del individuo frente a la libertad y desarrollo de la sociedad. La cuestión es: ¿hasta dónde llega cada uno?
La peculiar visión estadounidense, en cuanto baluarte de los ideales capitalistas, el liberalismo económico y el individualismo, se enfrenta a los ideales sociales de los ya desaparecidos Estados comunistas, donde fue un determinado enfoque y aplicación del socialismo marxista lo que configuraría la estructura social, política y económica de esos países. Pero la paradoja se desarrolla cuando, frente al enemigo en que se convertirá la URSS y lo que representa (todo el sistema comunista), el propio sistema americano se convierte en un bloque donde la cruzada por defender esos valores liberales se convierte en ideal patriótico, y en cuanto tal comienza a mermar la libertad ideológica del individuo. La preocupación por el tema de la libertad y su peculiar visión americana es retratada en otras películas, destacando entre las más antiguas la de Caballero sin espada.
El tema del cuarto poder ha sido uno de los más relevantes en las películas donde la libertad del Estado americano se convierte en temática relevante. Destaca en esta línea Todos los hombres del presidente, a la cual parece establecerse un guiño con tanta presencia de humo, aquél que aparecía siempre en la citada película antecedente cuando aparecía el ya mítico “Garganta Profunda” -aunque ciertamente Murrow fumaba mucho, hasta el punto de que murió con 57 años de cáncer de pulmón-.
En este tema destaca la importancia de la opinión pública y más aún: de la conciencia pública. Del mismo modo en que se ha especulado siempre sobre el modo en que el hombre se hace libre a través de su conciencia −en el sentido moral tanto como en el meramente psicológico, como toma de conciencia de uno mismo−, la sociedad cobra un peso específico como unidad en la que se diluye el individuo.
Esto lleva a plantear el tema de la “naturaleza” de la sociedad, como algo más que la mera suma de los individuos que la componen.
EL MENSAJE DESDE LA ESTRUCTURA NARRATIVA Y ESTÉTICA
Reparto: David Strathairn, Robert John Burke, George Clooney, Robert Downey Jr., Tate Donovan, Frank Langella, Jeff Daniels, Ray Wise, Reed Diamond, Tom McCarthy.
ARGUMENTO
La película se desarrolla durante los primeros tiempos del periodismo televisivo en EE.UU, en la década de los 50. Narra el enfrentamiento real entre Edward R. Murrow, presentador de un programa de noticias en la CBS, y el senador Joseph McCarthy y el Comité de Actividades Antiamericanas.
En la época en que aparece y comienza a cobrar relevancia el periodismo televisivo, el periodista de la CBS Edward R. Murrow y su equipo -con su productor Fred Friendly a la cabeza y Joe Wershba en la sala de redacción de la CBS- investigan las actuaciones del senador McCarthy con respecto a las acusaciones y condenas que se están efectuando en esa cruzada contra los comunistas que se conoció como la “caza de brujas”. Para ello se enfrentarán no sólo a la animadversión y posibles venganzas de los colaboradores del senador, sino también a los dueños de la cadena, patrocinadores y demás personas cuyos intereses se ven de un modo u otro involucrados.
Las amenazas se cumplen y, junto a otros, el propio presentador es acusado de comunista, lo cual despierta una enorme indignación pública. Pero finalmente, y gracias al firme posicionamiento de E. R. Murrow, el propio McCarthy es definitivamente desenmascarado por sus abusos de poder, sus coacciones y sus manipulaciones, y por tanto desposeído de su cargo (algo por todos sabido, pero que no aparece como final de la película).
COMENTARIO
La libertad del individuo y su relación con el poder estatal es uno de los temas de mayor trascendencia política, filosófica y social, que cobra una especial relevancia en la configuración del Estado moderno. Especialmente, desde la Revolución Industrial, con sus antecedentes y consecuencias ideológicos −el liberalismo por un lado y las distintas formas de socialismos por otro−, el tema de la libertad ha oscilado entre esas dos consideraciones: el concepto de ciudadano libre y los derechos del individuo frente a la libertad y desarrollo de la sociedad. La cuestión es: ¿hasta dónde llega cada uno?
La peculiar visión estadounidense, en cuanto baluarte de los ideales capitalistas, el liberalismo económico y el individualismo, se enfrenta a los ideales sociales de los ya desaparecidos Estados comunistas, donde fue un determinado enfoque y aplicación del socialismo marxista lo que configuraría la estructura social, política y económica de esos países. Pero la paradoja se desarrolla cuando, frente al enemigo en que se convertirá la URSS y lo que representa (todo el sistema comunista), el propio sistema americano se convierte en un bloque donde la cruzada por defender esos valores liberales se convierte en ideal patriótico, y en cuanto tal comienza a mermar la libertad ideológica del individuo. La preocupación por el tema de la libertad y su peculiar visión americana es retratada en otras películas, destacando entre las más antiguas la de Caballero sin espada.
El tema del cuarto poder ha sido uno de los más relevantes en las películas donde la libertad del Estado americano se convierte en temática relevante. Destaca en esta línea Todos los hombres del presidente, a la cual parece establecerse un guiño con tanta presencia de humo, aquél que aparecía siempre en la citada película antecedente cuando aparecía el ya mítico “Garganta Profunda” -aunque ciertamente Murrow fumaba mucho, hasta el punto de que murió con 57 años de cáncer de pulmón-.
En este tema destaca la importancia de la opinión pública y más aún: de la conciencia pública. Del mismo modo en que se ha especulado siempre sobre el modo en que el hombre se hace libre a través de su conciencia −en el sentido moral tanto como en el meramente psicológico, como toma de conciencia de uno mismo−, la sociedad cobra un peso específico como unidad en la que se diluye el individuo.
Esto lleva a plantear el tema de la “naturaleza” de la sociedad, como algo más que la mera suma de los individuos que la componen.
EL MENSAJE DESDE LA ESTRUCTURA NARRATIVA Y ESTÉTICA
Hay algo más a destacar de la peculiaridad de esta película, a través de su estética y de su propia temática. Aunque está rigurosamente centrada en la década de los 50, el tema se plantea desde un punto de vista muy actual, como crítica a una situación política que dominó toda la era Bush, y en la cual la merma de la libertad de pensamiento y la exacerbación y hasta manipulación de los sentimientos patrióticos fue siendo cuestionada desde los ámbitos más intelectuales de EE.UU. Clooney utiliza aquí un tema ya asimilado moralmente desde una perspectiva determinada por el pueblo americano para identificarla con la situación que se vive en su país en el presente.
La seriedad y hasta frialdad desapasionada que transmite su visionado esconden una crítica mordaz y unos diálogos de gran sutileza, algo que retrata estéticamente la astucia e inteligencia necesarias para denunciar solapadamente en tiempos de censura. Pero hay que añadir algo más: la película trata un tema conmovedor, indignante, moralmente hiriente. Es fácil caer en el mensaje emocional y despertar la indignación. Pero la indignación moral no puede nada contra los poderosos. El sentimiento moral apela al sentimiento moral, y es una apelación inútil hacia quien no lo tiene. ¿Qué se puede hacer frente a un poder malvado, manipulador, que amenaza? ¿Basta con indignarse, con censurar en nuestra conciencia? ¿Con sentirse moralmente superior? La actitud de esta obra es muy distinta: no intenta denunciar, o al menos no quiere quedarse en ello. El leitmotiv que aquí se nos presenta es más bien la respuesta a la pregunta: ¿qué podemos hacer?
Kant nos enseñó a entender la ética desde el puro sentido del deber, desprovisto de todo interés enfocado a una finalidad, por sublime que ésta se nos presente. Pero −y sin obviar la continuidad política que Kant se plantea desde el concepto de humanidad− la ética que nos ofrece es puramente individual. Si todos y cada uno se comportaran conforme al deber, conforme a su razón, el mundo del ser se identificaría con el del deber ser. Pero la cuestión, ilustrísimo Kant, es que no todo el mundo va a comportarse así. Y eso es algo que no podemos cambiar. Quizá Kant sí se conforma con la tranquilidad de su propia conciencia, y ésa es su respuesta –aunque, cuando escribió sobre ello y sobre la política ideal como horizonte, ya muestra que también él quiere mejorar el mundo transmitiendo algo−. Pero, pese a la trascendencia de su planteamiento y el antes y después que supuso para la reflexión moral, ésta no se ha detenido, y ha habido vueltas al contenido de la acción moral y a la revisión desde las consecuencias de la acción, como es clara muestra el Utilitarismo, imperante aún hoy en el espíritu de nuestra sociedad.
¿Cómo conjugar la integridad de la intención y de la acción, con la revisión y asunción de las consecuencias?
El fin no justifica los medios. Ningún medio inmoral puede ser aprobado por el argumento de que se va a conseguir algo mejor que lo que se sacrifica. Pero la verdadera moral aspira a tener una finalidad práctica: no sólo a tener la propia conciencia tranquila, sino a hacer de éste un mundo mejor, a aumentar la felicidad en él. Y aquí es donde podemos volver al punto que ha suscitado esta reflexión: la presentación de la película de una forma desapasionada, emocionalmente lineal. No es que uno no sienta la indignación necesaria para comprender el dilema moral que se plantea; pero esa emoción es siempre conducida hacia el terreno de la reflexión, hacia la exigencia de una atención cuidadosa a los diálogos. Apela a la inteligencia para despertar la capacidad de acción.
La seriedad y hasta frialdad desapasionada que transmite su visionado esconden una crítica mordaz y unos diálogos de gran sutileza, algo que retrata estéticamente la astucia e inteligencia necesarias para denunciar solapadamente en tiempos de censura. Pero hay que añadir algo más: la película trata un tema conmovedor, indignante, moralmente hiriente. Es fácil caer en el mensaje emocional y despertar la indignación. Pero la indignación moral no puede nada contra los poderosos. El sentimiento moral apela al sentimiento moral, y es una apelación inútil hacia quien no lo tiene. ¿Qué se puede hacer frente a un poder malvado, manipulador, que amenaza? ¿Basta con indignarse, con censurar en nuestra conciencia? ¿Con sentirse moralmente superior? La actitud de esta obra es muy distinta: no intenta denunciar, o al menos no quiere quedarse en ello. El leitmotiv que aquí se nos presenta es más bien la respuesta a la pregunta: ¿qué podemos hacer?
Kant nos enseñó a entender la ética desde el puro sentido del deber, desprovisto de todo interés enfocado a una finalidad, por sublime que ésta se nos presente. Pero −y sin obviar la continuidad política que Kant se plantea desde el concepto de humanidad− la ética que nos ofrece es puramente individual. Si todos y cada uno se comportaran conforme al deber, conforme a su razón, el mundo del ser se identificaría con el del deber ser. Pero la cuestión, ilustrísimo Kant, es que no todo el mundo va a comportarse así. Y eso es algo que no podemos cambiar. Quizá Kant sí se conforma con la tranquilidad de su propia conciencia, y ésa es su respuesta –aunque, cuando escribió sobre ello y sobre la política ideal como horizonte, ya muestra que también él quiere mejorar el mundo transmitiendo algo−. Pero, pese a la trascendencia de su planteamiento y el antes y después que supuso para la reflexión moral, ésta no se ha detenido, y ha habido vueltas al contenido de la acción moral y a la revisión desde las consecuencias de la acción, como es clara muestra el Utilitarismo, imperante aún hoy en el espíritu de nuestra sociedad.
¿Cómo conjugar la integridad de la intención y de la acción, con la revisión y asunción de las consecuencias?
El fin no justifica los medios. Ningún medio inmoral puede ser aprobado por el argumento de que se va a conseguir algo mejor que lo que se sacrifica. Pero la verdadera moral aspira a tener una finalidad práctica: no sólo a tener la propia conciencia tranquila, sino a hacer de éste un mundo mejor, a aumentar la felicidad en él. Y aquí es donde podemos volver al punto que ha suscitado esta reflexión: la presentación de la película de una forma desapasionada, emocionalmente lineal. No es que uno no sienta la indignación necesaria para comprender el dilema moral que se plantea; pero esa emoción es siempre conducida hacia el terreno de la reflexión, hacia la exigencia de una atención cuidadosa a los diálogos. Apela a la inteligencia para despertar la capacidad de acción.
Y he aquí la respuesta a la pregunta más arriba planteada: ¿qué se puede hacer ante la maldad y el abuso de los poderosos? Tenacidad, reflexión y astucia. Hay que aprender a desarrollar las habilidades tácticas, conocer el terreno, no dejarse llevar por el miedo ni por la ira. Saber denunciar, sí, pero del modo adecuado y en el momento adecuado. Ser consciente de la necesidad de constancia y planificación, no olvidando nunca la meta.
Pese a algunos intentos –desde el intelectualismo moral, aunque con matices, hasta algunas teorías psicológicas recientes−, no se pueden identificar o confundir inteligencia y moral. Para el conocimiento moral no basta la mera razón, que nada tiene que decirnos sobre fines. Pero nada hará esa conciencia moral en el mundo si no se dispone de inteligencia. Hay que comprender, antecederse a las reacciones, elegir el discurso adecuado, asiendo el lenguaje a la realidad de modo que torne a ésta más transparente a los otros hacia los que nos comunicamos.
Respecto al chocante final, como cortado, sin conclusión, dejando al espectador aún sumergido en la película con una sensación de estupor, crea precisamente por ello una salida maravillosa: Murrow ya no está hablando con sus espectadores, sino con los presentes. Está hablándonos a nosotros, haciendo así un salto sorprendente y solapado al mundo real. Ya aparecen enlaces entre ficción y realidad en el uso de vídeos reales. McCarthy “se interpreta” a sí mismo en su discurso real, lo cual le hace mucho más convincente que si un actor, sabiendo su papel, lo interpretara –como vemos, Cloony no cae en la tentación de infravalorar al enemigo, otra apelación a la inteligencia del espectador−.
Pese a algunos intentos –desde el intelectualismo moral, aunque con matices, hasta algunas teorías psicológicas recientes−, no se pueden identificar o confundir inteligencia y moral. Para el conocimiento moral no basta la mera razón, que nada tiene que decirnos sobre fines. Pero nada hará esa conciencia moral en el mundo si no se dispone de inteligencia. Hay que comprender, antecederse a las reacciones, elegir el discurso adecuado, asiendo el lenguaje a la realidad de modo que torne a ésta más transparente a los otros hacia los que nos comunicamos.
Respecto al chocante final, como cortado, sin conclusión, dejando al espectador aún sumergido en la película con una sensación de estupor, crea precisamente por ello una salida maravillosa: Murrow ya no está hablando con sus espectadores, sino con los presentes. Está hablándonos a nosotros, haciendo así un salto sorprendente y solapado al mundo real. Ya aparecen enlaces entre ficción y realidad en el uso de vídeos reales. McCarthy “se interpreta” a sí mismo en su discurso real, lo cual le hace mucho más convincente que si un actor, sabiendo su papel, lo interpretara –como vemos, Cloony no cae en la tentación de infravalorar al enemigo, otra apelación a la inteligencia del espectador−.
La película queda inconclusa, pero el mensaje que quiere transmitir queda perfecto y redondo: cuál es el papel que pueden y que deben cumplir la TV, los medios de comunicación… En definitiva: la conciencia colectiva.
Esther C. García Tejedor
a qué te refieres con la tercera pregunta del trabajo? nos das pistillas?
ResponderEliminarNo recuerdo esa pregunta, no la tengo aquí. Preguntadme en clase.
ResponderEliminar