sábado, 2 de abril de 2011

Síntesis de Nietzsche

SÍNTESIS DE NIETZSCHE

     Para entender a Nietzsche hay que entender dos cosas: el contexto filosófico y cultural en que está inserto y su pasión por el mundo griego y la filología.
     Respecto a lo primero, recordemos que estamos en la Edad Contemporánea, con su crisis de valores y sus cambios vertiginosos, y que la metafísica está siendo objeto de grandes críticas y revisiones. Nuevos conceptos, como la vida, la energía, la evolución, la voluntad o la historia, saltan al escenario intelectual y se incorporan al quehacer filosófico.
     Respecto a lo segundo, el mundo clásico que apasiona a Nietzsche es el de los grandes héroes y las grandes tragedias, no el de la racionalidad filosófica. Su ideal es el héroe homérico, no el ciudadano perfecto que buscaran Platón o Aristóteles (concepciones ambas que despreciaba). Nietzsche va a sentir el fuerte contraste entre ambas facetas de ese mundo griego: la pasión, lo desmesurado, la explosión vital del uno -el héroe-, frente a la mesura, la desmitificación y el estatismo contemplativo del otro. Sus conocimientos filológicos le aportan esa perspectiva lingüística en el estudio del conocimiento: el estudio del origen del concepto y la exaltación de la metáfora, siendo ésta además la expresión más emblemática del arte y la poesía.

¿Cómo se enfrenta Nietzsche al problema metafísico de la verdad, de los valores “auténticos”?
     Habrá que ver primero cómo se ha generado el concepto de “verdad”, y qué conlleva este concepto.
1. La “verdad” filosófica: Nietzsche remonta sus raíces a Platón y su mundo de las ideas, ese mundo en el que situó el ser, la verdad, el bien, los valores eternos.
2. La “verdad” religiosa (y por añadidura la moral): Dios. La religión cristiana –en realidad cualquier religión monoteísta, pero él habla de la que impera en su cultura− ha eliminado los dioses y se ha quedado con un único dios verdadero –como hizo Platón con los seres múltiples, haciéndolos meras copias de las ideas únicas y verdaderas, todas ellas asumidas a la idea de Bien−.
3. La “verdad” científica. Es la nueva idea de verdad única basada en la razón –negadora del sentimiento y la voluntad−, que se erige en única respuesta, eliminando cualquier otra perspectiva como falaz: la poesía, el arte, el sentimiento… Nietzsche no habla aquí de la ciencia en sí, en la medida en que resulta útil al hombre, sino contra esa idea exclusivista de verdad que conlleva.
     Estos tres pilares constituyen la esencia de la cultura occidental. Su respuesta va a ser un ataque frontal a esta cultura, que ha pervertido las raíces vitales de la realidad, la vida misma, con su visión monolítica y unidimensional del ser. Hay que desenmascarar la gran mentira de “la verdad”, del “ser” único y estático, de todo lo que niega el devenir y la vida.

¿Cómo se ha originado esa gran mentira sobre el ser?
     Nietzsche cifra la historia de la cultura occidental en tres pasos: Platón, que inventó el ser único y lo hizo accesible sólo a la razón, negando los sentidos; el Cristianismo, que relegó ese acceso al otro mundo, haciéndolo aún más lejano; y Kant, que lo convirtió en una nebulosa ya totalmente inaccesible.
     Hay que ir a las raíces de la creación de valores para disolver esta gran mentira: el Ser, estático, es sólo la cristalización de una perspectiva; la razón, generadora de conceptos –con el concepto de “ser” en la cúspide-, es sólo una perspectiva más, y lo mismo cabe decir de la ciencia, su fruto más preciado; los conceptos estáticos son sólo cristalizaciones de metáforas: éstas son la verdadera raíz del lenguaje, variadas y no excluyentes, y la mejor expresión del conocimiento humano, generativo y móvil, creador, no espejo de una única realidad.
     El "Ser" -expresión metafísica-, la "Verdad" -expresión gnoseológica- y el "Bien" -expresión moral- son las caras que atribuimos a "Dios", ese dios monoteísta, estático y eterno, ese Dios que, en la época de Nietzsche, ha entrado en crisis por todos los flancos: las críticas a la religión institucional, el evolucionismo -que influirá en su idea de superhombre-, la crisis de la metafísica y de la razón especulativa, son los síntomas de su más famoso aforismo: Dios ha muerto.

¿Cuál es la nueva metafísica?
     Hay que devolver al devenir, al instinto y a los sentidos, toda la entidad que desde Platón habían perdido. La verdadera naturaleza del ser es el cambio, la transformación, la constante creación y destrucción de valores -entendiendo por valores imágenes de la realidad: instituciones, creencias morales, filosóficas y científicas...-. No hay otro mundo separado de éste, mucho menos entendido como el mundo del "ser" y la "verdad". El único ser verdadero es la vida, con su devenir constante y sus transformaciones, con su dinamismo. Éste es el sentido de su aforismo La vida vale más que la verdad.
     Ese devenir y cambio constante se expresa a través de dos movimientos: el NIHILISMO y el ARTE.
     El nihilismo es la destrucción de los valores; es un paso necesario para continuar creando. Nietzsche cree estar viviendo en un momento de nihilismo, expresado en la crisis de la metafísica y de la religión tradicional.
     El arte es el movimiento opuesto: expresa la creación de formas, de nuevas imágenes de la realidad, tan veraces en su momento como cambiantes. El arte se nutre de esas raíces fluyentes de y salvajes de la realidad (lo dionisíaco) y de las formas que hacen que algunas cristalicen en expresiones o manifestaciones del ser (lo apolíneo). Ningún instante, ninguna creación de un momento es más valiosa que otra (El arte vale más que la verdad); esta idea del ser identificada con el devenir -el constante fluir, el cambio, el movimiento- se expresa en su concepción del tiempo como ETERNO RETORNO. Trasluciendo su pasión por el clasicismo griego, Nietzsche retoma la concepción circular del tiempo, opuesta a la lineal que imperaba en su momento y que era fruto de la conjunción de dos factores: la sensación de progreso y la tradición judeo-cristiana, que ofrecía una visión lineal de la historia desde la creación hasta el Juicio Final.

¿Quién es el artífice de esta nueva metafísica?
     El hombre. Es él quien crea los valores -esas imágenes de la realidad- y los destruye. Este reconocimiento es el primer paso hacia el SUPERHOMBRE, expresión de la autenticidad de la naturaleza humana y de la complacencia ante esa propia naturaleza.
     Influido por el evolucionismo de su momento y la incorporación de la historia al panorama filosófico, Nietzsche ve en el superhombre no sólo la esencia verdadera de la naturaleza humana, que es creadora, sino su meta. Ese camino hacia el superhombre es lo que denominará LA GRAN POLÍTICA, cuyo desenvolvimiento expresa con tres metáforas: el camello -dócil y sumiso-, el león -el nihilista: fiero y destructor- y el niño -amoral, inocente y creador-.
     ¿Pero quién es realmente el superhombre? ¿De qué naturaleza estamos hablando? La fórmula con que expresa esa naturaleza profunda del superhombre es la VOLUNTAD DE PODER. La voluntad no es una esencia estática: expresa el querer, la actividad, el deseo de creación y de superación. En cuanto al "poder", hace referencia a las infinitas posibilidades, al repertorio incesante de creaciones. Expresa el poder ser todo lo que se quiera, siempre algo nuevo, siempre algo distinto, un nuevo aliciente, una nueva obra, una nueva manifestación de la realidad.
     Por eso el superhombre se expresa en la imagen del artista -eternamente buscando una nueva creación-, del bailarín -eternamente arriesgándose, superándose, expresándose más allá- y del niño -eternamente jugando, creando y destruyendo, sin remordimientos ni cortapisas-.

     Su exaltación de la vida ha hecho que la filosofía de Nietzsche se califique como vitalismo. En cuanto a la influencia de su pensamiento ha sido enorme -y no siempre positiva, como en la deformación que hizo de ella el nazismo, reduciendo el superhombre a una raza (la aria)-. Su pensamiento ha sido, y sigue siendo, fuente de constantes revisiones y reinterpretaciones, algo que, por otro lado, es consecuencia de su propio estilo aforístico y poético, en consonancia con un pensamiento que niega el privilegio de cualquier iterpretación de la vida sobre las demás, y se opone por tanto a cualquier sistematización del conocimiento y de la vida.

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