......El lenguaje no se compone sólo de significados, sino también de sentimientos y valoraciones asociadas a esos significados. ¡Y qué fácil es manipular la realidad con ellos! Ante una misma actitud o cualidad, le damos un nombre u otro según queramos alagarla, censurarla, exagerarla o minimizarla. Y claro, la elección dependerá de que sea uno mismo quien la mantiene o quien la sufre.
......Vamos a poner un ejemplo: ¿Cuándo alguien está defendiendo su dignidad y cuándo está siendo soberbio? A menudo algunas personas tienen que reclamar sus derechos ante otros; pero también a menudo reclaman privilegios o, dado la vuelta: a menudo la gente se aprovecha de los demás (el poderoso categorizará de soberbio a quien cuestione el uso de su poder) pero también se puede acusar a alguien de soberbio si mantiene una postura firme ante quien reclama lo que realmente no le pertenece. Y claro, también hay situaciones ambiguas, y un cierto campo semántico asociado a esta postura.
......¿Cómo deshacer las trampas manipuladoras del lenguaje? Apelando al amigo Sócrates: con la definición. Voy a proponer algunas que intentan abarcar esas connotaciones emotivas para entender cuándo se puede o debe censurar y cuándo no.
Dignidad: respeto por uno mismo.
Soberbia: creencia injustificada en que uno mismo, en su ser o en su juicio, es superior a otros.
Arrogancia: exibición de la soberbia.
Orgullo: esta palabra abarca connotaciones positivas y negativas. "Yo tengo mi orgullo" o "es un orgulloso" son dos ejemplos de esta ambigüedad emocional del término. Podemos acotarlo como una dignidad ciega. Si atina, resulta digno. Si no, resultará hiriente, para uno mismo u otros.
..........Pensad ahora vosotros en los términos opuestos: humildad, humillación, modestia, servilismo... ¿cuándo hemos de ser humildes y cuándo nos estamos humillando?...
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